Randolph Borges
La madrugada del 14 de abril el regreso de Chávez al poder era un hecho. Sólo había que esperar que los soldados que lo fueran a rescatar y lo trajeran de vuelta sano y salvo. Pero ese era justamente uno de los problemas: en la isla de La Orchila, donde había sido confinado, Chávez era custodiado por militares que obedecían a los golpistas, por lo que las fuerzas leales temían un enfrentamiento.
Horas antes, se difundió una carta escrita de puño y letra del propio Hugo Chávez, en la que exponía brevemente que no había renunciado. La misiva fue escrita en Turiamo en un papel que un soldado leal le proporcionó y luego se encargó de difundir. En la misma, el presidente decía “no he renunciado al poder legítimo que el pueblo me dio”.
El silencio informativo continuaba en los medios de comunicación venezolanos y solo algunos conocieron de estos hechos por medios internacionales. Los dueños de canales de televisión alegaban que tenían “temor por la seguridad de sus trabajadores”, tal vez temerosos de alguna represalia por la complicidad que tuvieron con el Golpe de Estado.
Fue a través de un medio internacional que el presidente de la Asamblea Nacional, William Lara, notificó al país y al mundo, que los conspiradores habían sido derrotados y la democracia restaurada.
Los golpistas huyeron, muchos salieron del país. Los más desprotegidos fueron detenidos en el propio Palacio de Miraflores, donde el Fiscal General de la República, Isaías Rodríguez, les leyó sus derechos. El palacio de gobierno se mantenía rodeado de miles de personas que aguardaban el regreso del presidente. En algunos sitios donde aún no se conocía la noticia de la derrota del golpe, hubo disturbios y saqueos a comercios.
En la madrugada del 14 de abril de 2002, el movimiento en la sede del Ejecutivo era bastante agitado en espera de Chávez. Un helicóptero sobrevoló el edificio de gobierno y en él venía a bordo el presidente y sus hombres de confianza, que por fortuna no tuvieron que enfrentarse con sus hermanos de armas, pues los soldados, que sólo obedecían órdenes, también se cuadraron con Chávez.
Desde el Palacio de Miraflores Hugo Chávez se presentó de nuevo al país en transmisión de radio y televisión. Pidió cordura a sus adversarios políticos y respeto a la constitución. Su imagen con un crucifijo en la mano dio la vuelta al mundo: había salvado su vida en aquel momento. El país poco a poco volvió a la calma después de aquella aventura golpista. Una calma que duró muy poco y que aún el país suramericano no recupera.
RB