En la década de los ‘90 en el cine venezolano se hacían una o dos películas al año. Luego de la creación del Ministerio del Poder Popular para la Cultura el ritmo de producción llegó a alcanzar hasta 40 filmes en un año. Casi todos de impecable factura.
A ello contribuyó la puesta en marcha de la Ley de la Cinematografía Nacional en 2005. Esta a su vez generó la creación del Fondo de Promoción y Financiamiento del Cine (Fonprocine), con el que el Estado orientaba parte de los recaudos de taquilla a la producción cinematográfica venezolana.
Hasta 2014, cuando se estrenó Maisanta: nace la leyenda, — ópera prima de Miguel Delgado con financiamiento de la Fundación Villa del Cine y de AmazoniaFilms—, se vivió una etapa de florecimiento y esplendor, que se tradujo en el reconocimiento internacional en festivales de primer nivel, como Venecia y San Sebastián.
El volumen de público también se catapultó favorablemente, registrándose entre 400 y 600 mil espectadores en promedio. Llegó hasta 2 millones en casos extraordinarios como Papita, Maní y Tostón. Este largometraje fue muy aclamado entre el público del cine comercial.
La crisis económica que arreció ese año, ralentizó dramáticamente el ritmo de producción. Condenó las apuestas de financiamiento del Estado venezolano a su mínima expresión.
Ni hablar del dilema económico que significa para cualquier venezolano desenfundar el monto de una quincena para adquirir una entrada al cine. Sin soñar siquiera con un combo de refresco y cotufa, que fue siempre lo más normal.
Estado de confinamiento
Menos aún con el estado de confinamiento impuesto por la cuarentena, pese a haber estimulado el renacimiento de los autocines, a un costo prohibitivo para el cinéfilo promedio.
Se trata, a todas luces, de una contracción que restringe principalmente los gastos que se pueden considerar superfluos y que casi siempre van asociados a la cultura.
“En estos momentos estamos viviendo una situación muy dura porque evidentemente hay pocos recursos para el cine. Por ejemplo, el Instituto de Cine está dándole a un productor para hacer una película el equivalente a 10 o 15 dólares”.
Esto locomentaba el año pasado para la versión digital de la cadena France24 Carlos Malavé, vicepresidente de la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas de Venezuela (ACACV), y presidente de la Cámara de Productores de Largometrajes (CAVERPOL).
El futuro es celular
No todo está perdido.
Edsel Sierralta, joven realizador que saltó a la fama cuando su cortometraje, Pálida, entró en el programa Tres días del festival de Cannes. Fue seleccionado como uno de los mejores 50 del Mobile Film Festival 2018 para producciones hechas exclusivamente con teléfonos celulares, asegura que es difícil, pero no imposible.
Afirma que el cine venezolano, en medio de las precariedades, debe “darse una sacudida” y tomar en cuenta que existen nuevas formas de hacerlo.
“Lamentablemente no tenemos en este momento una estructura ni una industria y eso hace que cueste más conseguir recursos para desarrollar historias, precisó.
Agregó: «Lógicamente, la pandemia crea una crisis dentro de otra crisis, aunque considero que de las crisis surgen oportunidades”.
Al momento de anunciarse la cuarentena nacional, en marzo pasado, se encontraba junto a su equipo a días de iniciar el rodaje de su primer largometraje, Gvantsa, que por razones obvias se detuvo de inmediato.
“Comenzamos a generar contenidos audiovisuales, pequeños clips creados con teléfonos llamando a la gente a quedarse en casa. También surgió un concurso internacional, el London Lift-Off Film Festival, donde presenté un cortometraje, hecho con mi teléfono, llamado Confinado. Este corto fue selección oficial y tuvo proyección y buena recepción”, explicó.
Se trata de creaciones grabadas y editadas desde el celular, que le permitió desarrollar otra propuesta. Un ejemplo: el cortometraje Cumpleaños feliz que quedó seleccionado en la Categoría Internacional del Festival Internacional de Cine en Cuarentena de Perú.
“Yo creo que los creadores audiovisuales no debemos detenernos en ningún momento. Menos ahora, que la gente necesita consumir más arte y cultura” continúo.
Y no piensa detenerse, así el cine venezolano esté en crisis, y así el mundo esté siendo vapuleado por el Coronavirus.
Vive en Barquisimeto, capital del estado Lara, desde donde continúa demostrando, a su humilde pero fructífera manera, que con imaginación, optimismo y los recursos que ofrecen las nuevas tecnologías, se puede seguir apostando al séptimo arte.
“Creo que esto no es a corto plazo y detenernos sería un suicidio”,concluyó.
Marlon Zambrano/VTactual.com
https://www.vtactual.com/investigacion/pandemias-cine-covid19/