¿Y acaso no lo soñamos todos como nos dio la gana? Solo diré, en favor de la imaginación, que un domingo lo abandonamos a eso de las 10 de la mañana mientras daba los buenos días para arrancar otro Aló Presidente.
La emoción de los niños olía a intuición de playa. Cuando nos santiguó desde el televisor, antes de que saliéramos de casa rumbo al litoral barloventeño, nos dejó algunas tareas que, de antemano, sabíamos que no íbamos a concretar.
Ocho horas después, curtido por la mar y una docena de cervezas haciendo efectos de espejismos, lo encontramos de nuevo en su púlpito ofreciendo la homilía a un país resucitado, y apenas nos vio llegar nos dedicó un corrido sabanero de esos que se estilan en el llano a las 6 de la tarde para recoger a las bestias.
No sé si un santón, un mártir o un héroe decimonónico, pero a Chávez queríamos soñarlo “con integridad minuciosa e imponerlo a la realidad” como en las Ruinas circulares de Borges.
Y él se prestó para ese juego distraído, porque vistos los lances de su épica personal, nos ofreció todos los rostros posibles —cual maestro de histrión— para que cada quien tuviera a su Chávez personal.
El verdadero, y el de artificio: un comandante eterno, infinito, etéreo e imposible, como este que nos visita como un divertimento, cuando arriba a la conservadora edad de los entuertos. Un 66 al que cualquiera de sus enemigos históricos le encantaría agregarle otro 6 para poder decir que se trata del Anticristo.
“La muerte de un sueño no es menos triste que la muerte” escribió Truman Capote. Para que no nos achaque la nostalgia, no hablemos entonces en tiempo pasado ni del hombre ni del mito. Ni de su legado.
Según estas imágenes, que trasfirió a la posteridad desde su habilidosa manera de hacerse inmortal, la vigencia de un Chávez imaginario también late en nuestros corazones.
El padre del grunge
A Chávez, como a todos los rockeros, lo jodió el amor. Su tórrido romance con la cantante del grupo Hole, Courtney Love, fue uno de los episodios más escabrosos de una meteórica carrera musical que se debatió entre el joropo y el postpunk.
A decir de los entendidos, fue el muso de la polémica cantautora, guitarrista y actriz estadounidense que absorbió los primeros acordes ensayados por Hugo en sus tardes de Sabaneta, para darle origen al movimiento que revolucionaría el rock en el mundo: el grunge.
No por casualidad, años después de separados, ella y su segundo marido, Kurt Cobain, fueron punta de lanza de esa corriente musical que inspiró a infinidad de bandas de los años 90.
Cobain, deprimido por las constantes referencias de Cortney a su idilio con Hugo, se pegó un tiro.
El dúo Silvio y Hugo
La agrupación nació en Los Próceres bajo la mirada atolondrada de Darío Vivas, hoy, infecto de Coronavirus.
La noche caraqueña vio emerger de las sombras a este dueto que tomaría acordes de la nueva trova cubana y versos de la poesía del llano venezolano, para fundar la corriente denominada “jorotrova”.
“Por aquí pasó, compadre” fue su primer sencillo. Con él rompieron todos los récords de popularidad, incluyendo el de single con más tiempo en el primer lugar de la lista Billboard, alcanzado antes por la agrupación británica The Beatles.
Luego de millones de discos vendidos y amasar una inmensa fortuna mientras entraban y salían de clínicas de desintoxicación, hicieron carrera en solitario, pero nunca, nunca, se pasaron al reguetón.
And the winner is
El director de cine, Hugo Chávez, fue reconocido con un Óscar honorario por su brillante contribución al desarrollo del séptimo arte y sus aportes artísticos a la película Parásito, protagonizada por Juan Guaidó, actor también de El Guasón.
Chávez, recordado por su largometraje Águila no caza mosca, se presentó durante la ceremonia de entrega de los premios en el Dolby Theatre de los Ángeles, California, junto a su inseparable colega Oliver Stone (JFK, Pelotón), y fue la delicia de los paparazzi con quienes bromeó diciendo que Guaidó acababa de autoproclamarse presidente de la Academia.
Al anunciar sus próximos proyectos cinematográficos ante la prensa del espectáculo, Chávez no descartó la posibilidad de rodar un remake de Aquí huele a azufre, un film en tono documental que narra la aterradora historia de un sicópata reencarnado que gobierna desde hace más de 100 años a la primera potencia del mundo.
Hugo Armani
En la tradición de otros estetas como Yves Saint Laurent y Jean Paul Gaultier, Hugo Armani se entregó en cuerpo y alma a catapultar la descollante carrera de Naomi Campbell, primera modelo negra en aparecer en la portada de la revista Vogue París.
Líder de una de las marcas de ropa más reconocidas del planeta, el modisto amenazó a la publicación en 1989 de retirar su publicidad si mantenía la actitud racista de cerrarle las puertas al rostro afrodescendiente de la Campbell.
Luego del histórico impasse, Hugo se paseó con la portentosa mujer por el glamuroso mundo de la Revolución Bolivariana y hasta la presentó en un evento de pasarela escenificado en el Teatro Teresa Carreño, Caracas, donde según la foto, hasta le pidió matrimonio. Parece que ella aceptó, pero luego se puso chavista crítica y se rompió el amor.
Artista pop
El niño malo, el larguirucho, el rebelde, el sanador, el romántico: Chávez da para todas las miradas, incluyendo la de figura icónica de la cultura pop.
Su rostro, maleable, ha permitido elevar una gran gama de representaciones y proyectar las causas más nobles, que a su vez son las causas del pueblo, con sus lenguajes y posturas, sus honduras y superficialidades.
Chávez, modelo para armar, es al mismo tiempo imaginario y vanguardia, y como tal recoge muy bien, hoy y siempre, las más hondas razones del pueblo venezolano que lo adora como a una deidad, pero también es capaz de exhibirlo en un afiche que le habla a las nuevas generaciones, esperanzadas en que el mundo nuevo es aquí y ahora.
Marlon Zambrano/VTactual.com
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