El trofeo de la Copa Libertadores se encuentra en la gran Vía de Madrid. Expectante, recibe a los miles de aficionados que están a menos de dos días de presenciar el partido del siglo. Muchos se divorciaron, vendieron todo lo que tenían y abandonaron sus empleos. Lo único que les importa es el equipo, mucho más que eso, el enemigo de su oncena.
Seguramente el Boca Juniors y el River Plate nunca más volverán a protagonizar una final como esta, y si lo hacen no estaremos vivos para presenciarla. Por eso el revuelo que ha causado y que le ha llevado a otro continente, uno en donde los hinchas no se maten por puro gusto.
Ambas escuadras ya se encuentran entrenando para el encuentro, pospuesto en dos oportunidades. Finalmente, pautado para el domingo 9 de diciembre en el estadio Santiago Bernabeu, hogar del Real Madrid. El árbitro seleccionado para dirigir esta histórica final es el uruguayo Andrés Cunha. La terna es completada por los jueces de línea Nicolás Taran y Mauricio Espinosa.

Para garantizar la seguridad de la cita deportiva, el ayuntamiento de Madrid ha dispuesto más de cuatro mil efectivos de todo tipo, un anuncio que de acuerdo con la Unión Federal de la Policía no tiene precedentes. El dispositivo ya ha comenzado este viernes con cortes de tráfico en las zonas cercanas al estadio.
En caso de ganar la Copa, el River Plate podría celebrarlo en Madrid mientras que el Boca Juniors habría dispuesto volver a Argentina para celebrar su título. De acuerdo con datos ofrecidos por el delegado de gobierno de Madrid, José Manuel Rodríguez, la final de la Copa Libertadores generará más de 40 millones de euros de ingresos directos.
ARG
Final Boca-River sufrió una «monumental» y violenta suspensión