A ocho días de las elecciones que dieron un contundente triunfo de 80% a Alexander Lukashenko en las presidenciales bielorrusas, la derecha del país de Europa del este rememora las revoluciones de colores de finales de los 90, y toma ejemplos más actuales para desconocer los resultados y azuzar las calles.
Las de Minsk han sido el hervidero de quienes, al grito de “vete ya”, buscan desconocer la voluntad popular, con el manoseado argumento del fraude; no presentan pruebas aunque repiten el mensaje incesantemente, para exigir la salida de Lukashenko.
«¡Vete!», coreaban los opositores en alusión al jefe del Estado, mientras los medios de la hegemonía comunicacional se plegaban al mensaje y engrosaban las cifras: a los grupos contra el mandatario los contaban por “cientos de miles”, mientras que a los que apoyan al reelecto presidente los contaban por “cientos”, lo que pudiera pasar desapercibido para lectores o usuarios desprevenidos, si los hubiere.
Los periodistas de la agencia francesa AFP “calcularon” unos 100 mil manifestantes y citaron a “medios independientes” que refuerzan el discurso; juran que la de este domingo constituyó “la protesta más multitudinaria desde la independencia del país en 1991”.
Otra revolución de color, pero en Bielorrusia
Los elementos que los vinculan con las revoluciones de colores no son nuevos: se han decantado por el blanco y el rojo, que aseguran las agencias que constituyen los colores históricos de la oposición.
Como si de una marcha en Venezuela se tratara, preguntan a los convocados, que contestan lo que desean escuchar y replicar. Daria Kujta, de 39 años, por ejemplo, dice que “una nueva Bielorrusia está naciendo”; Alla, de 55 años, afirma estar harta de la “dictadura” de Lukashenko.
La líder opositora, Svetlana Tijanóvskaya, principal rival de Lukashenko en las presidenciales, en las que apenas obtuvo poco más de 10%, asegura que sus seguidores también se manifestaron en otras ciudades del país.
Se le han unido integrantes de la élite: periodistas, investigadores, hombres de negocios y también diplomáticos y políticos.
Una transición
Mientras tanto, Tijanóvskaya, que reclama la organización de elecciones honestas y la liberación de los presos políticos, anunció la creación de un comité para organizar el traspaso de poder. Una suerte de consejo de la transición.
Su equipo de campaña, por su parte, solicita a su nombre, a la comunidad internacional, que la reconozcan como “presidenta legítima”, aunque los votos no la respalden.
Aderezan la situación con las denuncias sobre represión; alegan que las protestas del pasado jueves terminaron violentamente reprimidas; que van más de 6 mil 700 personas detenidas, cientos de heridos y al menos dos muertos; no mencionan que los efectivos policiales han tenido que enfrentar piedras, palos y botellas de turbas de “manifestantes pacíficos”.
Las manos extranjeras amoratan el caldo
Frente al discurso violento de la derecha que le adversa, Lukashenko ha calificado a los manifestantes de “borregos”; dice que están controlados por intereses extranjeros que pretenden imponer un Gobierno en Bielorrusia.
Desde la Plaza de la Independencia, frente a sus simpatizantes, estimó necesario defender la independencia del país frente a los ataques de quienes se han aliado con factores externos para vulnerar la paz.
«Queridos amigos, les he llamado aquí no para que me defiendan sino para que, por primera vez en un cuarto de siglo, defiendan a su país y su independencia”, toda vez que rechazó los llamados de la oposición de organizar nuevas elecciones, porque “si lo hacemos, perderemos el control para siempre”.
FF/VTactual.com
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