En la madrugada del 21 de mayo de 1955 muere en un accidente automovilístico uno de los más grandes poetas que ha tenido nuestro país, Andrés Eloy Blanco, un hombre que supo recoger en la sencillez de su poesía el sentir de ese pueblo llano, que comenzaba a emigrar de los campos para formar los cordones de miseria que crecerían por muchos años en las grandes ciudades del país.
Andrés Eloy Blanco supo conjugar la fuerza expresiva literaria con el llamado a la gesta política: “He tratado de juntar siempre mi cualidad de diputado con mi cualidad de poeta. Porque tengo del poeta un concepto nuevo; porque considero como la más alta de sus funciones la función social del poeta”. Y así lo demostró con hechos concretos hasta el momento de su partida, en México, donde se había exiliado luego del golpe de Estado a otro de los grandes hombres de la patria, el también escritor Rómulo Gallegos a quien acompañó en su gobierno ejerciendo como Canciller de la República.
Andrés Eloy Blanco fue un político de ideas renovadoras y revolucionarias, que consagró el espíritu de participación y el rol protagónico del pueblo, y eso lo podemos sentir en sus discursos. En una ocasión, en un mitin realizado en el Nuevo Circo de Caracas el 27 de junio de 1943, afirmaba que la “…la constitución de un país debe ser como la cara, como el semblante de su pueblo. El hombre va cambiando y su semblante va cambiando también. Las naciones, al impulso del progreso, también van cambiando; pero mientras los hombres se van poniendo viejos, las patrias se van poniendo jóvenes. La constitución la va haciendo el pueblo. La patria es un taller. El pueblo es el alfarero y el carpintero: él hace la constitución, él va haciendo la múcura a la medida de su agua, él va llenándola de agua a la medida de su sed. Es carpintero el pueblo. Cuando la patria está naciendo, le hace cuna; cuando la patria ha crecido, le hace cama.
Pero hasta aquí llega la semejanza; –continuaba afirmando– el organismo llega a cierto punto; los pueblos siguen cambiando; más que cama y que múcura, la constitución es traje, y debe caer en el cuerpo de la patria como un traje bien hecho en el cuerpo de una mujer hermosa. Cuando el organismo ha cumplido su misión en la vida, lo meten en la urna de morir y ha terminado. Cuando la patria ha cumplido misión, la meten en la urna de votar y ha comenzado”.
Muchos historiadores que han estudiado la política contemporánea de nuestro país, coinciden en que Andrés Eloy formó parte de esa vertiente inicial de Acción Democrática que invocó las banderas revolucionarias, las ideas de izquierda que anteponían la Patria ante las ambiciones imperialistas. Junto a Pinto Salinas, Leonardo Ruiz Pineda y el propio Gallegos, entre otros, formaron parte de esa vanguardia adeca que fue desplazada por una facción que traicionó los principios fundadores de ese partido, principios que sirvieron de plataforma política para ganarse la simpatía de un pueblo que hasta entonces solo conocía de dictaduras y caudillos. Pero todo esto devino en el “Pacto de Punto Fijo”, con el cual se traicionaron los principios y se estableció una dictadura disfrazada de democracia que en 40 años se mostró más sanguinaria y entreguista a los intereses de los Estados Unidos, que los mismos caudillos a los que habían suplantado.
Muy poco se habla del rol que tuvo Andrés Eloy Blanco en la política, a pesar de haber sido presidente de la Asamblea Nacional Constituyente el 17 de diciembre de 1946, tras un proceso que invocó por primera vez el poder soberano del pueblo para redactar la Carta Magna de 1947. Allí Andrés Eloy defendió por vez primera la igualdad de género y sus intervenciones y discusiones fueron cruciales para incluir a la mujer en la vida política nacional: “En cuanto al voto de la mujer, -afirmaba el poeta- ya se ha hablado bastante en pro de la adquisición para nuestra mujer del derecho político. Quiero tratar de paso sobre la observación que me dice que la mujer es influenciable por el hombre, y que el voto de la mujer será depositado conforme a la voluntad del hombre a quien ella esté afecta. Por una parte, el derecho a hacer propaganda y de influenciar pertenece a todo el mundo, y si alguno me dice que conoce a muchas mujeres que votarán por la influencia de los hombres, yo le contestaré que conozco a muchos que votarán por la influencia de la mujer”.
Tras la muerte de Andrés Eloy Blanco, Aquiles Nazoa expresó estas palabras que resumen la esencia de este cantor del pueblo: “ Por su índole amistosa, por su amplitud espiritual, por su prédica constante de la comprensión y la tolerancia entre las gentes, ningún venezolano, acaso, encarnó nunca como nuestro Andrés, el espíritu de la unidad nacional”.
Hoy recordamos al político, al humanista y al poeta que llevó a Juambimba, es decir al pueblo, al plano de las letras nacionales. Su obra literaria estuvo marcada por la denuncia social, en contra del racismo en “Píntame angelitos negros”, o en contra de políticas clasistas y déspotas como la “recluta”, que estuvo vigente hasta la llegada de Hugo Chávez al poder y que la gran mayoría de los venezolanos por pereza histórica hemos olvidado; la “recluta” consistía en arrancar del seno familiar a los jóvenes venezolanos, con el uso represor del Estado, para prestar el servicio militar en los cuarteles de las grandes ciudades. Vale la pena releer este y otros poemas para recordar, hoy cuando se conmemora su muerte, la fuerza expresiva e inconforme de su pluma que aún sigue encendida como llama viva en el corazón de los venezolanos.
PALABREO DE LA RECLUTA
¿Quién le va a secar el llanto,
si pasó la Comisión
y le dejó el corazón
como capilla sin santo?
Si vino el reclutamiento,
se fue Juan y quedó Juana.
Si queda llanto en sabana
por todo acompañamiento;
si una comisión de viento
prendió el olor de mastranto,
si reclutaron el canto,
si no hay ni nube en el cielo
que le preste su pañuelo
¿quién le va a secar el llanto?
¿Qué va a haber potro en potrero
ni pareja en el velorio,
ni garza en el dormitorio
ni vaca en el lamedero?
¿Cómo va a haber becerrero
trenzando leche y canción,
si van casa y galerón
camino de San Fernando,
cómo no va a estar llorando,
si pasó la Comisión?
Mire, se llevó la vaca,
mire, se llevó el te quiero,
se llevó el ay que me muero
de media noche en la hamaca,
se llevó la guacharaca,
la manta de guarnición,
la promesa de varón
en el hijo prometido.
Mire, se llevó el latido
y me dejó el corazón.
Y allí está, sin más testigos
que esperar mañana y tarde
su menos de —Dios lo guarde,
su más de —¡Hasta cuánto, amigo!
Becerrera del castigo,
trenzando cana y quebranto,
y ha sufrido tanto y tanto
y enterró tanto recuerdo
que tiene el costado izquierdo
como capilla sin santo.
FASTIDIO
¡Siempre lo mismo, Dios, siempre lo mismo!
¡Estar de pie y espera, espera, espera!
¡Estar de pie en el labio del Abismo,
ni un paso atrás, ni un vértigo siquiera!
Estar de pie en el labio de lo ignoto
y el labio mudo, a mi avidez
y en todas mis potencias un férvido alboroto,
carne y alma a la vez…
Y los cinco sentidos que gritan enjaulados:
—Tenemos hambre, ¡suéltanos! Tenemos sed, ¡devora!
¿Quién te habló de virtudes? ¿Quién te habló de pecados?
La Noche será eterna… ¡No dejes ir la Aurora!
Y abro la jaula y les doy vino
y les doy carne, que es su pan,
porque ellos son lo único que encontré en el camino
y conmigo vinieron y conmigo se van…
Pero en pleno zenit de los placeres,
esa hormiga que corre de mi espalda a mis pies
y me dice al oído: —¡Mejor será que esperes;
tus lobos están sueltos, y después, y después!…
¿Y después? Si yo mismo pregunto y ¿quién contesta?
Mis lobos se morían sin sol, sin pan, sin fiesta
y les abrí la cárcel y felices corrieron,
y si no han de vivir más vida que ésta
y han de vivirla presos, ¿para qué me los dieron?
Y eso que tú me ofreces,
¿para cuándo será?
Y si al fin a ti vamos, ¿a qué vivir dos veces?
¿Por qué desde el principio no nos dejaste allá?
Porque ya este cansancio no es cansancio siquiera;
es que ya me fastidio de mi propio sendero.
Estar de pie y espera, espera, espera…
y no sé a quién espero…
SONETO DE LA RIMA POBRE
Me das tu pan en tu mano amasado,
me das tu pan en tu fogón cocido,
me das tu pan en tu piedra molido,
me das tu pan en tu pilón pilado.
Me das tu rancho en tu palma arropado,
me das tu lecho en tu rincón sumido,
me das tu sorbo, a tu sed exprimido,
me das tu traje, en tu sudor sudado.
Me das, oh Juan, tu dame de mendigo,
me das, oh Juan, tu toma de pobrero,
tu clara fe, tu oscuro desabrigo,
y yo te doy, por lo que dando espero,
el oscuro esperar con que te sigo
y el claro corazón con que te quiero.
CMD