Recientemente, la revista médica The Lancet publicó un artículo que sugiere que el límite máximo en el que se ubica la edad de la adolescencia debería pasar de 19 a los 25 años de edad, debido a una cantidad de situaciones propias de la sociedad postmoderna que dificultan la ejecución de roles que anteriormente eran propios de la adultez como la consolidación de una carrera por los cada vez más extensos estudios, contraer matrimonio y tener hijos.
Algo similar ocurre pero con el límite más bajo. Actualmente, la infancia está sufriendo una especie de recorte en su duración: se les “sugiere” a los pequeños de entre 6 y 12 años, que ser niño ya no es tan divertido, que deben volverse hombres y mujeres antes de tiempo para vivir etapas que todavía no les corresponde, con ahínco en el tema sexual. Se trata pues, de la erotización o sexualización de la infancia en la sociedad occidental.

¿Sexualidad o sexualización?
Este fenómeno no debe confundirse con la propia sexualidad, algo inherente en el ser humano. La sexualización consiste, según un informe del Parlamento Europeo, en un enfoque instrumental de la persona mediante la percepción de la misma como objeto sexual al margen de su dignidad y sus aspectos personales. “La sexualización supone también la imposición de una sexualidad adulta a las niñas y los niños, que no están ni emocional, ni psicológica, ni físicamente preparados para ello”, se indica.
Son las niñas las que más sufren este fenómeno debido a las concepciones estereotipadas sobre los estándares físicos que idealizan la apariencia de la mujer, así como la explotación de su imagen y su sexualidad. Los certámenes de belleza, campañas comerciales que promocionan maquillaje o bikinis para niñas, animaciones como Barbie o Bratz, los videos de reguetón, las telenovelas; todas influyen en mayor o menor medida para incentivar este fenómeno.

Esta situación está estrechamente vinculado con dos asuntos, que a su vez también guardan relación entre sí: el mercado y la sexualidad. No es secreto que en el mundo de los negocios, especialmente en las áreas de la publicidad y los medios de comunicación, la premisa “el sexo vende” está situado entre ceja y ceja de quienes buscan generar ganancias. Y esas personas, en muchas ocasiones, parecen no tener escrúpulos para lanzar campañas como la de Vogue en 2011 que puso a posar a niñas de siete años como divas, nada inocentes pero sí muy sugestivas, incitando incluso a la pedofilia.
Fenómeno que empeora
Lamentablemente, este fenómeno va en aumento, tanto que el Parlamento Europeo lo abordó en 2012 y fue la comisión de Derechos de la Mujer e Igualdad la que constató cómo va en aumento el número de imágenes de niños con enfoque sexual que rondan en los medios de comunicación y las redes sociales. Las reflexiones no dejan dudas sobre lo grave de la situación.

La influencia negativa de la sexualización en la autoestima puede llevar a trastornos de alimentación de base psíquica, afirma el informe, que además alerta sobre el incremento de la posibilidad de conductas agresivas hacia las niñas, así como su naturalización. El documento además señala que degradar el valor de la mujer contribuye a un incremento de la violencia contra las mujeres y al refuerzo de actitudes y opiniones sexistas que a la larga acaban derivando en discriminación laboral, acoso sexual e infravaloración de sus logros. En otras palabras, incentivan a la violencia de género.
No en todas partes es igual
En los países caribeños, este panorama está aún más exacerbado por la cultura del reguetón, en la que las mujeres son meros objetos que acompañan a los hombres, es decir, su misión en la vida consiste únicamente en agradar al hombre. Esta concepción es solo una copia del estilo de vida superficial y consumista del hip hop más comercial, proveniente de EEUU, el principal defensor de la economía de libre mercado.

Precisamente en una sociedad donde se incentiva venderlo todo, sin límites de ningún tipo, no cabría extrañeza alguna la idea de venderle a las niñas cosas que no necesitan como la sexualidad, que ya vendrá más adelante, a su justo tiempo. Posiblemente, la erotización de la infancia se trate entonces, de otro intento más de crear y expandir mercados para consolidar y saciar los intereses de otro pequeño grupo de poder de la economía mundial. Cualquier otra explicación a este fenómeno solo podría ser más siniestro que el anterior.
JA