El tiroteo de este miércoles 14 de febrero en una escuela del estado de Florida, en Estados Unidos, se ha puesto de manifiesto más que los síntomas ya hablados hasta la saciedad de una sociedad enferma.
Nikolas Cruz, acusado de ser el responsable de la muerte de al menos 17 personas en la Marjory Stoneman Douglas Highschool de la localidad de Parkland, hacía gala de su afición por las armas y su disociación por redes sociales.
https://twitter.com/AntifaBay/status/963915634785562624
Diversas fotos posando con armamento de fuego o armas blancas inundaban la cuenta del joven de 19 años en la red social Instagram, además de compartir material cuestionable que, sin embargo, no desató alarmas sobre el muchacho.
Una publicación preocupante de Cruz muestra una diana de tiro con varios impactos de bala y el siguiente mensaje: «Terapia de grupo». El mismo daba a entender su forma de ver la resolución de conflictos grupales: a tiros.
Aunque a Cruz ya se le había catalogado como un potencial peligro para los estudiantes de la institución de Florida (anteriormente cursó estudios en la misma), y de que incluso se llegó a tomar medidas como no dejarlo ingresar al campus con bolsos, este tipo de publicaciones y sus propias actitudes violentas no causaron ningún tipo de intervención policial o legal.
Sin embargo, las redes sociales tienen la política de «proteger a sus usuarios» de contenidos inapropiados u ofensivos. Por ejemplo, un desnudo, nada ofensivo en sí mismo, es considerado por Facebook como un contenido irrespetuoso que vetará.
En Twitter, infracciones al copyright son causales de bloqueo de una cuenta. ¿Pero a Instagram no le parece peligroso que uno de sus usuarios postee imágenes con el rostro tapado, posando con pistolas, mientras adelanta que reúne una gran suma de dinero para comprar un rifle? Quizá la legislación de armas de EEUU no es lo único que deba someterse a revisión.
JI