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Kuczynski, un gringo que ocupa la presidencia de Perú

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Pedro Pablo Kuczynski no es peruano. Eso está muy bien. Henry Ford tampoco lo era. Ni Teddy Roosevelt. Pero ni Ford ni Roosevelt se postularon a la presidencia del Perú.

PPK es un lobista sin escrúpulos, un rudo hombre de negocios que juega a ganador y ya ha obtenido bastante mezclando promiscuamente, desde sus posiciones de ministro y asesor de varios regímenes y de muchas empresas extranjeras, lo público y lo privado.

PPK es un cosmopolita del billete. Si mañana hubiese guerra entre Estados Unidos y China, PPK se refugiaría en la sede del Banco Mundial o en algún guarique centroamericano del FMI o en el consulado polaco de Nueva York. Porque PPK no es el tío Sam. ¡Es papá Johns!

Kuczynski (PPK), es hijo de un médico polaco-alemán y judío, Maxime Kuczynski, que llegó al Perú dejando atrás la II Guerra Mundial y el nazismo y se fue directo a la selva amazónica.

Su hijo nació en Lima, pero creció en casi todo el Perú por los constantes traslados de su padre. Estudió en el Markham College de Lima, el colegio británico preferido de la élite laica de Perú, y terminó la secundaria en Reino Unido, desde donde se trasladó a Suiza para comenzar sus estudios universitarios. Todavía no en Economía, sino en Composición Musical.

También estudió flauta y piano en la Royal Academy of Music de Londres y luego Filosofía, Economía y Política en la Universidad de Oxford. Finalmente se decidió por la Economía para sus estudios de posgrado, los que realizó en la Universidad de Princeton, EE.UU.

En 1962 se casó con Jane Dudley Casey, hija de Joseph Edward Casey, quien fue miembro de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos por Massachusetts. Tuvo tres hijos: Carolina Madeleine, Alexandra Louise y John-Michael Kuczynski. Pedro Pablo y su esposa se separaron en 1992 y se divorciaron en 1995. Se casó en segundas nupcias con Nancy Ann Lange, prima de la actriz Jessica Lange, ganadora de dos premios Oscar, con quien tiene una hija.

Volvió a Perú a mediados de los 60 y fue nombrado gerente del Banco Central durante el gobierno de Fernando Belaúnde. Sin embargo, tras el golpe de Estado de 1968, el economista partió al exilio a EE.UU. Durante su retiro obligado a EE.UU., Kuczynski se desempeñó como investigador, economista jefe y asesor de varias divisiones del Banco Mundial.

Esta etapa fue trascendental para su carrera: fue allí donde comenzó a hacer contactos internacionales que le servirían más tarde, como ministro de Economía del gobierno de Alejandro Toledo, para negociar acuerdos con organismos como el Fondo Monetario Internacional. Tras regresar a Perú en 1980, luego de tres años trabajando en África en la industria minera, fue nombrado ministro de Energía y Minas por Belaúnde en su segundo gobierno.

En ese puesto impulsó la aprobación de una ley que exoneraba de impuestos a las compañías petroleras extranjeras, a fin de promover la explotación energética.

El entonces líder opositor a Belaúnde, Alan García, convirtió su derogación en promesa de campaña. Tres años después, la cumplió.

Tras la primera experiencia de PPK como ministro, este se alejó de la política para dedicarse a trabajar en el sector privado. Fue presidente del directorio del banco Credit Suisse International por 10 años, entre 1982 y 1992, y director ejecutivo de Westfield Capital entre 1994 y 2001. Participó también en más de una decena de otros directorios, principalmente en compañías mineras o energéticas.

La llegada de Alejandro Toledo al poder en 2001 también significó la vuelta de Kuczynski a la política. Esta vez como ministro de Economía y Finanzas. Duró menos de un año en el puesto. A pesar de haber negociado exitosamente acuerdos con el Fondo Monetario Internacional para apoyar las metas económicas, el economista renunció a su cargo luego de movilizaciones masivas de trabajadores del sector eléctrico que se resistieron a la política de privatización impulsada por «Kuczynski». Volvió al cargo en 2004 y luego fue nombrado presidente del Consejo de Ministros hasta 2006. Cinco años después intentó ingresar nuevamente a la Casa de Pizarro, pero esta vez como candidato presidencial. No lo logró. Ollanta Humala se quedó con la presidencia en las elecciones de 2011.

Recordemos que este personaje empezó su carrera escapando por la frontera con Ecuador en la maletera de un carro, tras la emisión de una orden de captura por un pago ilegal de 120 millones de dólares siendo presidente del Banco Central de Peru.

Repetía siempre que América Latina era como un «perrito faldero» que mueve la colita ante EEUU; liberó a un dictador sentenciado por crímenes de lesa humanidad para zafarse de una destitución, tiene nexos con la banca estadounidense, fue sobornado por Odebrecht. En Perú poca gente lo quiere, no ha hecho nada por el pueblo que sufrió por los desbordamientos del año pasado; ni siquiera habla bien el español. Tiene todo un prontuario que evidencia lo mediocre y dependiente que es de los dictámines del gobierno de EEUU.

Este personaje, servil a los intereses del imperialismo, es quien ha dicho una y otra vez que le retiró la invitación al Presidente venezolano, Nicolás Maduro, a la VIII Cumbre de Las Américas que se realizará en Lima, asunto que no tiene asidero legal. Alegó, en coro, junto a la derecha internacional, que esta medida se toma porque el mandatario venezolano supuestamente «impide la realización de elecciones democráticas en su país», cuando las mismas ya están pautadas para el 20 de mayo con todas las garantías demostradas durante dos década de democracia en Venezuela.

Los típicos perfiles de estos presidentes de derecha, esclavos de la Casa Blanca, siguen cumpliendo muy bien su función de tratar de arrasar con los mandatarios irreverentes que dijeron NO a ser el patio de atrás de los jardines de Washington y el Pentágono.

Venezuela está guapa y apoyada por países del ALBA

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