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Bitácora de un náufrago ideológico: “Crónicas de un adolescente en la tormenta transatlántica»

Prólogo: El mapa y la brújula

Mi nombre es Leo, tengo 17 años y vivo en un pueblo costero de Galicia donde el mar Cantábrico choca contra acantilados tan abruptos como mi pensamiento. Comencé a interesarme por la política tras encontrar en la biblioteca de mi abuelo un ejemplar desgastado de «Las venas abiertas de América Latina» de Galeano. Hoy, mientras la cumbre extraordinaria de París tiembla bajo el peso de las tensiones entre EE.UU. y Europa, siento que navego sin brújula en un océano de contradicciones.


Capítulo 1: El tsunami geopolítico

Todo empezó con una notificación en mi teléfono: «Trump regresa a la Casa Blanca en 2025». Elon Musk, ahora asesor estratégico, hablaba de «egopolítica» —un término que aprendí significa el triunfo del narcisismo sobre el multilateralismo—. Europa, mientras tanto, se desgarra: Alemania se debate entre el avance de la ultraderecha (AfD) y la sombra de una izquierda que parece haberse olvidado de los sindicatos.

Mi profesor de Historia mencionó en clase el concepto de «realismo periférico» de Escudé, pero ¿cómo aplicar teorías del siglo XX a un mundo donde la OTAN se fractura por los aranceles a los coches eléctricos y Ucrania es un tablero de ajedrez nuclear? 10. A veces, pienso en la frase de Javier Lorente: «Los jóvenes ya no son tan de izquierdas; son menos de izquierdas». ¿Seré una excepción?


Capítulo 2: Libertad de expresión vs. Narrativas controladas

En TikTok, los algoritmos me bombardean con videos de youtubers libertarios que glorifican a Milei y ridiculizan a Podemos. «¡Europa es una dictadura de lo políticamente correcto!», grita un influencer con 2 millones de seguidores. Mientras, EE.UU. acusa a la UE de censura, y Bruselas responde bloqueando cuentas «extremistas». ¿Dónde está la línea entre seguridad y autoritarismo?

Recuerdo un ensayo de Rocco Carbone que leí en La Tecl@ Eñe: comparaba el fascismo con «una adolescencia política: dual, irresponsable, proyectando culpas en los demás». Me pregunto si la UE, al controlar narrativas, no está replicando ese patrón. ¿Cómo defender la libertad sin caer en la trampa de los think tanks financiados por lobbies?


Capítulo 3: La batalla por el relato

Mi hermana menor, de 15 años, me pregunta: «¿Por qué Kamala Harris apoyaba a Europa y ahora EE.UU. nos abandona?». No tengo respuesta. Leo en El Diario.es que la «hiperconectividad global» se fragmenta, y los consensos se disuelven como azúcar en el café.

En la biblioteca, descubro a Dulce María Loynaz y su «Jardín», donde la deshumanización del arte orteguiana se mezcla con la crudeza de la posguerra. ¿Acaso no vivimos una «deshumanización de la política», donde los discursos se vacían de contenido y se llenan de eslóganes?


Capítulo 4: El peso de la herencia

Mi abuelo fue sindicalista en los 70. Murió creyendo que la izquierda era un faro. Hoy, veo a Vox oponerse al voto a los 16 años mientras el PSOE promete incluirlo. ¿Es esto progreso o demagogia? El Consejo de la Juventud insiste en que «rebajar la edad del voto fomentaría la participación», pero ¿y si solo somos peones en un juego de adultos?

En un foro online, alguien citó a Fellini: «El fascismo está en nuestra parte estúpida, mezquina». Tal vez por eso me aferro a libros como «Introducción a las relaciones transatlánticas» de Academia.edu, buscando claves en los diálogos entre España y América Latina.


Epílogo: El faro en la niebla

Estoy cansado. Cansado de ver cómo la «egopolítica» de Trump y Musk convierte el mundo en un reality show. Cansado de que la izquierda europea hable de derechos sociales mientras firma acuerdos con petroleras. Pero también sé que, como escribió Edison Neira Palacio, la «inteligencia americana» nace de la resistencia.

Hoy, creo un blog. Lo llamaré «El cuaderno del náufrago». Quizás, desde mi pequeña orilla gallega, pueda tejer un relato que una a Galeano con Greta, a Marx con los memes. Porque, al final, como dice Carbone: combatir el fascismo —y la apatía— empieza por no olvidar que «esa parte está dentro de cada uno de nosotros».


Nota del autor: Leo, desde su habitación con vista al mar, sigue buscando respuestas. Sabe que la brújula no existe, pero tiene libros, indignación y 17 años. Eso, por ahora, basta.

Inspirado en debates sobre individualismo juvenil, fascismo adolescente, y crisis multilaterales.

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