Los economistas Max Keiser y Stacey Herbert afirman que la nueva iniciativa de transporte global de China, bautizada como Franja y Ruta de la Seda, puede convertirse en el mayor proyecto de infraestructuras de la historia con una inversión cercana al billón de dólares. El Cinturón irá desde China hasta Rusia y Europa pasando por Asia Central, mientras que la Ruta marítima irá desde el gigante milenario hasta África.
«Nos encontramos ante un nuevo tipo de globalización orquestada por China», sostiene Keiser, quien explica que esta iniciativa «consiste en recuperar la antigua Ruta de la Seda y reconstruirla para desarrollar túneles, líneas de ferrocarril y todo tipo de infraestructuras».
Herbert explica que esta nueva forma de globalización «se está llegando a comparar, solo que a mucha mayor escala, con el Plan Marshall, que fue diseñado tras la Segunda Guerra Mundial» para reconstruir la economía europea y conseguir que los bienes producidos por EEUU llegaran a un mercado y evitar la sobreproducción.
«Sin embargo, a juzgar por lo que cuentan los medios estadounidenses, en ningún momento cabría pensar que estemos asistiendo a la construcción de un nuevo mundo», critica la copresentadora del programa Keiser Report.
En esta línea, Herbert denuncia que «si solo hiciéramos caso a los medios estadounidenses, británicos y europeos, no tendríamos ni idea de esa nueva reconstrucción de la que está siendo objeto el planeta».
«Mientras Occidente se encuentra inmerso en un proceso de retirada respecto a la globalización, la otra mitad de la economía mundial está abriendo un nuevo proceso de globalización», concluye.
Una «seria amenaza» para EE.UU.
Los discursos de los presidentes ruso y chino en el Foro la Nueva Ruta de la Seda hicieron hincapié en el papel unificador de la iniciativa y su potencial para llevar la estabilidad y la prosperidad a Eurasia, lo cual supone una amenaza directa al bienestar de EEUU, que tratará de frenarla a todo coste, escribe el politólogo ruso Rostislav Íshenko para Sputnik.
La iniciativa china de las Nuevas Rutas de la Seda, inaugurada en 2013, coincide perfectamente con las propuestas de Rusia de crear «un ambiente económico común desde Lisboa a Vladivostok», formuladas por Vladímir Putin ya en 2010.
En el Foro la Nueva Ruta de la Seda, realizada en Pekín, el líder ruso reiteró que las dos ideas se complementan. A su vez, el presidente chino ‘respondió’ con proclamar a Rusia y China garantes de la estabilidad mundial.
«Una demostración tan clara de unidad y de objetivos comunes causó la histeria en la prensa occidental», afirma Íshenko.
La posibilidad de una comunidad euroasiática con la alianza ruso-china en su núcleo atemoriza enormemente a EEUU. De formarse, Washington perdería el control de las rutas comerciales mundiales, «que se trasladarán de las vías oceánicas a las estepas de Eurasia».
Básicamente, «EEUU se encontraría en la periferia del comercio mundial (…), y su capacidad de dar un impulso a su propia economía disminuiría considerablemente», según el politólogo.
La típica estrategia yanqui
Como respuesta a estos movimientos de China y Rusia ejecutados desde hace varios años, el país norteamericano ha ido aplicando todas las medidas posibles para trastornar el proyecto económico euroasiático.
«Para alrededor de 2015 EEUU realizó tres intentos coordinados de perjudicar el proyecto de una Eurasia integrada», estima el politólogo.
La Primavera Árabe tuvo como objetivo desestabilizar Oriente Próximo por décadas, con islamistas radicales que desatan guerras contra cualquier manifestación de civilización. El desmantelamiento del Norte africano —de Túnez a Egipto—, de Siria y, finalmente, de Turquía bloquearía por completo el flanco sureño de la Nueva Ruta de la Seda, mientras que la crisis ucraniana debía “empantanar” a Rusia y paralizar sus recursos, además de buscar enemistar a Rusia y a la Unión Europea, bajando la rentabilidad del enorme proyecto logístico euroasiático.
Finalmente, con los tratados comerciales globales —la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (TTIP) y el Tratado de Asociación Transpacífico (TPP)— EEUU planeaba ofrecer una ‘alternativa real’ a las rutas comerciales euroasiáticas destrozadas y asegurar su dominio económico y político a largo plazo, escribe el experto.
No obstante, el plan yanqui quedó frustrado cuando Rusia decidió no empantanarse en Ucrania y llevar una política exterior activa en Oriente Próximo. Con un esfuerzo mínimo, Moscú cambió por completo la situación en Siria: «la guerra civil sí continúa todavía, pero los islamistas radicales ya no pueden ganarla».
Además, en 2013 Egipto rechazó la Primavera Árabe’ y ahora goza de estrechas relaciones con Rusia mientras Turquía, a pesar de un período político turbulento y controvertido, se encuentra estable.
«[Estas acciones] No solo protegieron el flanco sureño de la Nueva Ruta de la Seda sino que hicieron de Rusia el garante de estabilidad para las naciones de la región», afirma Íshenko.
Al integrar a los países de Oriente Próximo en los grandes proyectos logísticos —el gasoducto Turk Stream’ con Turquía y el fortalecimiento de la presencia de Egipto en el mar Rojo-, Rusia controla directa o indirectamente todas las rutas comerciales del Ártico al Golfo Pérsico mientras sus socios voluntariamente abogan por la cooperación con el Kremlin.
Por eso tras la estabilización de Damasco en el conflicto con los radicales y el fracaso de los intentos de provocar un conflicto armado entre Rusia y Turquía, los proyectos TTIP y TPP «murieron en silencio», según el politólogo.
Con información de RT y Sputnik
JA