El imperio estadounidense ha participado en incontables invasiones, golpes de Estado, bloqueos económicos, sanciones, sabotajes y magnicidios, para romper el hilo constitucional de muchos países del mundo o simplemente para cambiar a los líderes que no se amoldan a sus “intereses”. Con el paso de los años esta política intervencionista se ha venido perfeccionando y las estrategias de desestabilización, aunque hoy con más maquillaje, siguen guardando en esencia la de sucesos anteriores. Una modalidad del intervencionismo estadounidense es el desarrollo de “gobiernos paralelos” que socaven y desestabilicen los gobierno legítimos.
República Dominicana y el “Gobierno de Reconstrucción Nacional”
Uno de los casos más emblemáticos de gobiernos paralelos en América Latina es el ocurrido en República Dominicana en la década de los 60 luego del golpe de Estado al presidente Juan Bosch. Al caer en 1961 Leónidas Trujillo, uno de los dictadores más sanguinarios del hemisferio, se realizaron las primeras elecciones democráticas de República Dominicana, resultando como ganador el escritor y humanista Juan Bosch en 1962, su mandato en la presidencia fue breve ya que fue derrocado a casi siete meses luego de asumir en 1963.
Bosch es sustituido por una junta militar que duró menos de dos años en el poder y en 1965 se vio enfrentada a un pueblo que con la denominada “Revuelta de Abril”, que exigía, entre otras cosas, la restitución de Bosch como presidente. Sin embargo, un grupo de militares dirigidos por Elías Wessin-Wessin dan otro golpe de Estado creando una junta militar apoyada por el gobierno norteamericano de Lindon B. Jonson, quien envió a 40.000 marines apoyados por la Organización de Estados Americanos denominados como una «Fuerza Interamericana de Paz».
Mientras los marines desembarcaban en la isla se nombraba como presidente de los grupos revolucionarios al coronel Francisco Caamaño, un militar constitucionalista, pero los norteamericanos establecieron a un gobierno paralelo al que llamaron “Gobierno de Reconstrucción Nacional” dirigido por el general apátrida Antonio Imbert Barreras, quien dejó el terreno libre a los estadounidense para que en 1966 se nombrara a Joaquín Balaguer en una elecciones fraudulentas y ventajistas.
El Perú de Fujimori
Otro caso de “Estado paralelo” fue el de Perú con Alberto Fujimori, quien en 1990 inició su gobierno en medio de una crisis política y económica. Dos años después, en vista de que el Congreso había negado en diversas ocasiones otorgarle poderes especiales, decide eliminarlo, implementando un autogolpe. El 13 de noviembre de 1992 un grupo de militares intenta restablecer el orden democrático pero las fuerzas leales a Fujimori con el apoyo de los EE.UU. logran contener la insurrección. Inicia entonces un “Gobierno de Emergencia y Reconstrucción Nacional”, comando por el mismo Fujimori, que generó las condiciones para la elección de un “Congreso Constituyente Democrático” que elaboraría la Constitución de 1993, aprobada en referéndum, la cual le permitió gobernar con plenos poderes hasta su renuncia en el año 2000, en medio de escándalos de corrupción y graves crímenes de lesa humanidad, de los cuales el Fondo Monetario Internacional, la OEA (nuevamente) y el Departamento de Estado norteamericano hicieron la vista gorda.
España y el Consejo de Regencia
En España luego de la muerte del dictador Francisco Franco el 20 de noviembre de 1975, el Consejo de Regencia asumió de forma transitoria las riendas del Estado hasta la proclamación del rey Juan Carlos, siguiendo las instrucciones dispuestas por el propio Franco quien seis años antes ya lo había dispuesto como su sucesor. Sin embargo el rey nombró como presidente a Carlos Arias Navarro, líder del régimen franquista, al que exigió el 1ero de julio de 1976 la dimisión. Le sustituyó Adolfo Suárez quien dio los primeros pasos para instaurar una era de “democracia” definitiva bajo la sombra del poder paralelo de la Corona Española, que aún en la actualidad posee poderes estatales sin haber sido elegida por el pueblo español, pero sí con el beneplácito de los EE.UU., las otras potencias europeas y los grandes poderes transnacionales.
CD