El denominado «gobierno neutral de garantía» que propuso el presidente de Italia, Sergio Mattarella, para salir de la parálisis política podría tener, por primera vez en la historia del país, a una mujer como primer ministro, especula la prensa local.
La directora general de la cancillería italiana, Elisabetta Belloni, aparece en la primera posición para recibir el encargo de Mattarella de encabezar un Ejecutivo hasta fin de año, que deberá de todos modos ser aprobado en el Parlamento.
Otro posible nombre femenino es el de Marta Cartabia, nacida en Milán hace 54 años y actual vicepresidente de la Corte Constitucional, la más joven de la historia en ocupar ese puesto.
Aparece como otra aspirante Lucrezia Reichlin, de 63 años, directora general de investigación en el Banco Central Europeo.
El presidente Mattarella, ha constatado en un clima de enorme tensión la imposibilidad de formar un gobierno político y ha abogado por montar un Ejecutivo provisional que permita al país llegar hasta diciembre, aprobar la ley de presupuestos y resolver el entuerto con una nueva votación. Si esa iniciativa falla, el mandatario adelantó su intención de convocar a elecciones en septiembre.
Por el momento solo el Partido Democrático ha dado su apoyo pleno a la iniciativa. Las dos principales fuerzas en Italia, la Liga Norte y el Movimiento Cinco Estrellas, han expresado en cambio su intención de ir «rápido a las urnas», y hasta plantearon al 22 de julio como fecha de posibles nuevos comicios.
Los puentes están rotos en todos los sentidos y la hecatombe del partido socialdemócrata ha tenido una enorme influencia en el caos. Como le sucedió al PSOE en España o al SPD en Alemania, el fatal dilema del PD italiano consistió en las últimas semanas en apoyar un Gobierno de M5S y perder toda su credibilidad, o volver a someterse a elecciones y arriesgarse a entrar en una fase de irrelevancia total, en un momento en el que ni siquiera tiene un secretario general.
El impasse entre elecciones, en cambio, ha propulsado a los partidos emergentes como la Liga y el M5S, cuya estimación de voto ha crecido sustancialmente en estos dos meses y han convertido la negociación en una suerte de precampaña.
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