Con el objeto de reunir material incriminatorio para aplicar chantaje contra el príncipe Andrés de Inglaterra, Jeffrey Epstein habría obligado a una niña menor de edad a tener relaciones sexuales con el duque de York; luego, ésta debía «informar sobre los detalles del abuso», según reseñan documentos judiciales confidenciales que trascendieron al público esta semana.
Señala la web de RT que las nuevas revelaciones llegan después de que un tribunal estadounidense se pronunciara el pasado jueves a favor de divulgar material relacionado con una demanda civil presentada hace varios años contra la expareja y socia de Epstein, Ghislaine Maxwell, para utilizarlo en el actual juicio contra la mujer.
Un arma para el chantaje
Los archivos publicados confirman que una exesclava sexual de Jeffrey Epstein, Virginia Giuffre, mantuvo relaciones sexuales con el príncipe Andrés al menos en tres ocasiones: en el piso de Ghislaine Maxwell en Londres, en la isla privada del difunto magnate y en su casa en Nueva York.
Precisamente durante el encuentro en la isla, el multimillonario instruyó a Giuffre para que «le proporcionara al príncipe lo que él le pidiera e informara [a Epstein] sobre los detalles del abuso sexual».
Según los documentos, Epstein traficó a Giuffre, que entonces era menor de edad, con «numerosos prominentes políticos estadounidenses, poderosos ejecutivos de negocios, presidentes extranjeros, un conocido primer ministro y otros líderes mundiales» para «congraciarse con ellos a cambio de beneficios comerciales, personales, políticos y financieros, así como para obtener información potencial de chantaje«.
El príncipe niega las acusaciones
El duque de York, por su parte, rechazó todas las acusaciones vertidas en su contra en relación con el caso Epstein; reitera que, desde que conoció a Epstein en 1999, lo vio «con poca frecuencia y, probablemente, no más de una o dos veces al año»; No obstante, admitió haberse alojado «en varias de las residencias» del magnate.
El pasado noviembre, el segundo hijo de la reina Isabel II abandonó sus deberes como representante de la familia real británica; así pagó las consecuencias del escándalo que generó su amistad con Jeffrey Epstein.
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