No es secreto que el año 2016 resultó muy duro para todos los venezolanos y venezolanas. La profundización de los ataques económicos, y su correlativo mediático pretendieron sembrar la desesperanza y la sensación de que todo acabaría muy mal. Especialmente para el chavismo.
Sin embargo, el pueblo organizado en comunas, consejos comunales y demás formatos del poder popular, resistió los embates, y alcanzaron aún en circunstancias adversas, logros dignos de reconocimiento durante este año.
Algunos de estos podrían parecer, ante las miradas más escépticas, nimios, insignificantes, pero para cada organización territorial, un pequeño avance contra la corriente es grande. Aquí repasaremos solamente unas pocas muestras de que la desesperanza no es una actitud propia del pueblo venezolano.
Comencemos por el final: hoy inicia un nuevo año, y aunque en lo práctico simplemente se trate de un día más, simbólicamente se puede celebrar sin reservas que un año durísimo finalizó sin saldos lamentables.
Esto lo podemos atribuir no a una organización en particular, sino a la voluntad de todo un pueblo de sobrellevar la adversidad y los ataques manteniendo, por encima incluso de las insatisfacciones, la paz. Se lo debemos a la sociedad en su conjunto: Venezuela recibe el 2017 con las acostumbradas celebraciones, contrariando algunas voluntades de caos.
Este logro macro, posible ante un año de resistencia sostenida, se fue construyendo por asuntos particulares. El 15 de diciembre, una historia terrible que inició en 2015 comenzó a cerrarse con un saldo positivo. Finalmente, Salvador, hijo de dos mujeres que decidieron unir sus destinos pudo acceder a una identidad que incluyera a sus madres, Migdely y Giniveth.
La Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia interpretó la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, estableciendo que “la jefatura de las familias pueden ejercerlas las familias homoparentales, y por ende el Estado brindará protección sin distinción a la forma de conformación de la familia”.
En el estado Lara, la organización comunal, así como empresas y fábricas recuperadas han sido ejemplo a nivel nacional. Comunas emblemáticas como El Maizal, pertenecen a esta entidad, que además ha visto el surgir de tres empresas comunales sobre lo que empresarios decidieron dejar: instalaciones abandonadas y trabajadores en la calle.
Proletarios Uníos, nacida tras el abandono de una planta de la cervecera Brahma; la beneficiadora de pollo Beneagro, que opera en las instalaciones que pertenecían al grupo Souto; y Alfareros del Gres, que mantienen operativa la elaboración de baldosas, a pesar de los antiguos dueños.
Beneagro y Proletarios fueron víctimas de diversos ataques en 2016, que pasaron por ataques armados, la quema de instalaciones hasta el intento de desalojo. Sin embargo, en ambos casos, los trabajadores resistieron y pueden decir que llegarán al 2017 manteniendo sus operaciones.
Aunque surgen de iniciativas impulsadas por el Ejecutivo Nacional, los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (Clap) y la implementación masiva de la agricultura urbana han sido aprehendidas por colectivos organizados, que se han apropiado del andar de ambos mecanismos.
“No me llega la bolsa”, se puede escuchar y leer reiteradamente. Sin embargo, los clap se tratan no solamente de esperar a que otros provean, sino en la producción como eje fundamental de la solución a los problemas estructurales de la distribución de alimentos en el país. Más de mil claps se han incorporado a la agricultura urbana, según anunciaba hace semanas la ministra de Agricultura Urbana, Lorena Freitez.
Nacido bajo una petición del Presidente de la República, el empoderamiento de estos mecanismos han simbolizado la resistencia en sí misma de un pueblo que dedicó en gran medida su tiempo en 2016 a pensarse cómo resolver. Que en hogares venezolanos las hallacas fueran preparadas con ingredientes producidos por los mismos clap representa un salto cualitativo, según señalaba recientemente Freddy Bernal, coordinador nacional de los clap.
Aunque la Asamblea Nacional, ahora con mayoría opositora, emprendió una dura campaña contra la Ley de Semillas aprobada a finales de 2015, dicho instrumento legal sigue vigente.
Organizaciones de todo el país han mantenido sus actividades de intercambio de semillas, además de la formación necesaria para garantizar la masificación de las prácticas de libre distribución de las mismas.
A mediados de diciembre, en el estado Mérida se realizó un encuentro cuyo objetivo principal fue el fortalecimiento de la planificación de siembra para el año 2017. Igualmente, en el evento organizado por el movimiento Semillas del Pueblo, y en el que participaron organizaciones de diversos estados del país, se ratificó la importancia de la Ley, construido por el mismo pueblo tras arduos debates en todo el territorio nacional.
La construcción de viviendas también se mantuvo durante el año, y la participación del poder popular ha sido protagónica. Así lo destacó el ministro de Hábitat y Vivienda, Manuel Quevedo. En balance ofrecido con ocasión del cierre del año, Quevedo explicó que gracias al poder popular y el esfuerzo de la institución que comanda, 285.518 casas fueron construidas este año, y que sumadas a las más de 18.000 ejecutadas, permitieron superar la barrera de las 300.000 durante 2016.
JI