La propuesta de Donald Trump para contrarrestar la violencia dentro de los recintos escolares en Estados Unidos no podía ser menos desalentadora para los norteamericanos: armar a los profesores para defenderse de los tiradores.
Fiel a la segunda enmienda Constitucional, el jefe de la Casa Banca propone que los profesionales de la educación, previo entrenamiento especial, puedan ir armados a las escuelas para enfrentar cualquier posible tiroteo, eventos que se han vuelto recurrentes en el país.
«Eso se llama porte oculto. Así un maestro llevaría una pistola oculta consigo, irían a recibir un entrenamiento especial y estarían allí», dijo Trump durante un encuentro en la Casa Blanca con víctimas del tiroteo en la secundaria Marjory Stoneman Douglas, ocurrido en Parkland (Florida) y en el que fallecieron 17 personas.
Trump abogó por aumentar de 18 a 21 años la edad mínima para adquirir un rifle y analizar mejor el estado psicológico de los compradores de armas. Las medidas drásticas como restringir la venta de armas o reformar cualquier ley, no está dentro de las soluciones para el presidente de los Estados Unidos.
Trump y su fidelidad con la Asociación Nacional del Rifle
Esta postura de apoyo armamentístico no es casual. Según el Center for Responsive Politics, la Asociación Nacional del Rifle (NRA, en sus siglas en inglés), gastó 30 millones de dólares en impulsar la candidatura de Donald Trump a la Casa Blanca, tanto con anuncios de apoyo al republicano, como de publicidad negativa contra su rival.
Más que una simple asociación, se trata de uno de los lobbies más poderosos de EE.UU. que funge como un grupo de presión, un muro de resistencia a las regulaciones jurídicas que se intentan en el país. La verdadera esencia de la NRA es la representación de la cultura estadounidense de veneración de las armas.
Este grupo tiene cinco millones de miembros y nació en el año 1871 como una organización lúdica y de apoyo a las armas. La actividad lobística de esta organización no apunta tanto al desembolso de dinero, pero sí a la propagación de la cultura armamentística y «el derecho sagrado» de portar armas que el sector más conservador de la sociedad norteamericana reclama.
Sobre la influencia de la NRA en el Congreso, se sabe que de los legisladores más beneficiados por donaciones y otros gastos se encuentran los senadores John McCain (más de siete millones en su carrera) y Marco Rubio (tres millones). Se trata de interferir en cualquier propuesta de reforma que ponga en riesgo el «derecho a portar armas» de la sociedad.
Adam Wrinkler, profesor de Derecho de la Universidad de California, especializado en la regulación de armas, explica que en EE.UU. «hay mucha gente que decide su voto sobre la base del derecho a tener armas y la NRA tiene una enorme capacidad de influir en ese voto. Su principal fuente de poder viene de ahí y excede en mucho el dinero que tiene”.
Pese a que Trump ha mostrado un sucinto interés en venderse como un «gestor efectivo» en medio del debate sobre el control de las armas desatado tras el tiroteo en Parkland, Florida, la verdad es que el mandatario apoya a los líderes de la NRA y comparte fielmente la premisa de este lobby, que no es otra que defender las libertades constitucionales y la cultura de las armas en el estadounidense más autóctono.
AMR