Mensajes de emergencia por tsunami en Nueva Zelandia: ¿Quién toma la decisión de alertar?
El panorama postelectoral de Bielorrusia apresuró que Minsk y Moscú limaran asperezas rápidamente. Las protestas que se comenzaron a reproducir por varias ciudades del territorio bielorruso, encendieron alarmas de seguridad que resonaron en el Kremlin. El dedo acusador de Occidente levantado contra Alexander Lukashenko, no pasa desapercibido para Vladimir Putin, quien no dudó en engavetar los rencores para apoyar a su vecino.
En la Unión Europea conocen a Lukashenko como «el último dictador de Europa», pero años atrás lo había bautizado así George W. Bush. Como a las antiguas repúblicas soviéticas, occidente les tiene el ojo montado y no pierden ocasión para colocar gobiernos afines si la oportunidad se les presenta.

Es por ello que en un nuevo ajedrez estratégico, el presidente ruso Vladimir Putin, anunció que prestará apoyo a Bielorrusia en el marco del tratado de Unión Estatal suscrito por ambos países. Este acuerdo tiene como objetivo garantizar la seguridad nacional, lo que es interpretado como el envío de tropas rusas para calmar las aguas. En un escenario siempre caliente, soplan nuevos vientos de guerra fría.
Poner freno a una «revolución de colores»
Bielorrusia es un aliado estratégico para Moscú, más allá de los impasses recientes entre Putin y Lukashenko. Ante la proliferación de bases de la OTAN en la región y la promoción de «revoluciones de colores» por parte de Occidente, Rusia se la juega con sus aliados en defensa propia.

Si Bielorrusia llega a voltear a occidente en detrimento de Moscú, significaría convivir con un territorio hostil desde Georgia en el Cáucaso, pasando por Ucrania, Bielorrusia hasta llegar a las tres repúblicas bálticas. No hay un lado amable en el panorama ruso si pierde este aliado estratégico.
En atención a ello, el Gobierno ruso «confirmó su disposición a prestar la ayuda necesaria para resolver los problemas sobre la base de los principios del tratado de la Unión Estatal y también, si es necesario, a través de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva”.
Occidente preocupado por Bielorrusia
El apoyo ruso a Minsk anunciado por Putin, desató la indignación de Occidente, una muestra de lo que se juega en este movimiento. En Alemania piensan que Lukashenko perdió el apoyo de su pueblo, por lo que una intervención rusa es «inaceptable». Su vecina Polonia acusa a Minsk de enviar tropas a la frontera.
En Bruselas se realizó una cumbre extraordinaria este miércoles, en la que la Unión Europea nombró a Lukashenko persona non grata en territorio comunitario.

Por su parte, Estados Unidos juega el rol del policía bueno y policía malo simultáneamente. Tan solo el año pasado, Lukashenko recibía la visita del secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, quien fue a venderle el petróleo que Rusia no proveía por el levantamiento del subsidio. Sin embargo, ahora el mismo Pompeo condenó el «fraude electoral».
El presidente norteamericano Donald Trump, hizo un llamado a detener la represión de los manifestantes y dijo que la situación es «terrible».
Putin con el peso de Bielorrusia en sus hombros
El distanciamiento entre Putin y Lukashenko comenzó cuando los asesores liberales del ruso recomendaron eliminar el subsidio de combustible a Minsk. Desde Bielorrusia se interpretó la acción como una traición y Lukashenko se negó a firmar el tratado de Unión Estatal con Rusia.

Tras lo ocurrido, las tensiones no hicieron sino elevarse. Desde Rusia presionan al Kremlin por varios frentes. Por un lado, rechazan el apoyo a Lukashenko por haber recibido a Mike Pompeo para obtener el petróleo que Rusia no podía subsidiar. Por otra parte, recomiendan mucha cautela al respaldar un gobierno que reprime las protestas y que celebra elecciones dudosas. Hoy a Putin le conviene brindar el apoyo mientras piensa en su próximo movimiento.
Randolph Borges/VTactual.com
Derecha de Bielorrusia insiste en aplicar “la revolución de colores” a Lukashenko