“No, ya llegué, todo bien. Bueno, tuve que bajar caminando porque no había transporte… sí, me tardé como 40 minutos”. A grandes rasgos eso dijo la muchacha durante la llamada telefónica.
Preso por la curiosidad, tuve que preguntar: “Ya va, ¿dónde vives tú?”. La respuesta fue tan contundente como conmovedora: la chica, que es personal de limpieza en un ministerio X, vive en El Junquito, en el kilómetro 6 de la carretera que conecta dicha zona con la capital venezolana.
Llegó a pie hasta Antímano, donde el sistema Metro de Caracas funcionaba con normalidad, y en el mismo se trasladó hasta el centro de la ciudad, a la torre donde trabaja, para cumplir con su labor diaria.
Pudo haber llamado y explicar la situación, excusar su ausencia, pero no lo hizo. Prefirió 40 minutos de caminata y, peor aún, la incertidumbre al final de la jornada: “Ojalá encuentre (autobuses) de regreso, porque uno de bajar, baja, pero de subida…”, se lamentó. Pero allí estaba, trabajando, como cualquier otro día.
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El taller estaba cerrado cuando ella salió. “Se pararon”, pensó. Comenzó a caminar para llegar a la avenida cuando notó una barricada enorme, como nunca había visto en persona: tenía púas, “paredes” y hasta una cama.
Dudaba por un momento sobre avanzar o regresar a casa, cuando un carro se paró a su lado. Era uno de los trabajadores del taller, que le ofreció escoltarla los metros que le faltaban hasta donde había gente.
Aprovechó para contarle que todos iban a trabajar, pero que el dueño del negocio y su socio no habían logrado llegar por trancas en la vía. Eran poco más de las siete. Alrededor de las 8:30, le contaron vecinos después, el taller abrió. Cada trabajador estuvo durante la jornada. Ninguno faltó.
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“Llegué a las 6:00 am sorteando las barricadas en la vía, voy a pernoctar, me quedaré todo lo que sea necesario, he tenido un compromiso durante 14 años y estoy dispuesto a defender esto”, aseguró un trabajador de la estatal Petróleos de Venezuela en la ciudad de Maracaibo, estado Zulia.
Esa noche, junto a cerca del 50% de trabajadores y trabajadoras de la sede en la capital zuliana, este ingeniero informático se quedó en las instalaciones, resguardando su seguridad ante las arremetidas violentas del extremismo en la ciudad. Eso, en lugar de no acudir a cumplir con su labor diaria.
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“Por razones de seguridad, mañana no trabajaremos desde la oficina. Por favor, mantengamos el contacto por medios electrónicos y sigamos cumpliendo con nuestra labor. Saludos”.
Este mensaje lo recibió Rubén la noche antes del comienzo del “paro cívico” convocado por la oposición venezolana. Se sintió un poco extraño trabajando desde casa, teniendo más de 10 años asistiendo a diario al mismo lugar para cumplir con sus funciones. Ese día, barricadas colocadas por extremistas en cada extremo de su calle -una de ellas incluía una cama en llamas- le habrían impedido ir a hacer lo que quería: trabajar.
JI
¡Muy violento! así se desarrolló el fracasado paro de la oposición en Venezuela
Presidente venezolano garantiza que La Constituyente sellará la independencia de la nación