Diciembre es, en todo el mundo, un mes de celebración, de fiestas, de encuentro familiar (aunque el bombardeo consumista nos diga otra cosa). En Venezuela, la situación no es diferente. Comidas típicas como la hallaca (con sus diversas presentaciones, dependiendo de la región), el pernil, la ensalada de gallina y el pan de jamón se presentan en las mesas del país para celebrar.
Además de lo festivo, el último mes del año es una oportunidad para evaluar el transcurso de los meses anteriores, así como para la planificación, proyección del siguiente. La esperanza de mejorar cosas, así como de repetir las que salieron bien se presenta en los deseos de año nuevo, incluso de quienes no dan mucho valor a la fecha.
Estas características hacen de diciembre un mes particularmente sensible para hombres y mujeres en el país, por lo que también se convierte en una oportunidad para capitalizar descontentos, promover la desesperanza y la infelicidad, con fines políticos.
Así lo han demostrado acciones de la oposición venezolana, que año tras año han ofrecido la solución a todos los males, saboteando las celebraciones y la esperanza de los hogares venezolanos.
Realizaremos a continuación un breve recuento de eventos en los que la dirigencia opositora decidió sustituir las hallacas por el miedo y la rabia, buscando así instalar un odio generalizado contra la figura de Hugo Chávez, en principio, y del chavismo como movimiento en general.
La campaña electoral del año 1998 tuvo dos características en torno a Chávez: por un lado, invisibilizado ampliamente en los medios venezolanos; por el otro, el más grave, presentándolo como el mayor riesgo que corría el país, en caso de resultar ganador (como lo fue).
Calificado como antisistema, por decir lo menos, la posibilidad de que el entonces candidato por el Movimiento V República generaba zozobra (recordemos que las elecciones se llevaron a cabo el 6 de diciembre de aquel año). Le sumamos a eso un miedo dirigido hacia una población que para entonces no era poca: Anteriormente, en el mes de octubre, la coalición que apoyaba la candidatura de Chávez acudió ante el ente electoral para denunciar una cuña del partido Acción Democrática (AD) en la que, imitando la voz de Chávez, hacían ver que este amenazaba con “freír la cabeza de los adecos (partidarios de AD)”. Hay quienes todavía creen en la legitimidad de esas «palabras de Chávez».
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No debe haber sido una navidad muy esperanzadora para los adecos, teniendo en mente semejante amenaza de quien, una vez conocidos los resultados electorales, ocuparía el Palacio de Miraflores a poco de comenzar 1999.
El caso quizá más emblemático es el que transcurrió a finales del año 2002. Tras el fracaso del Golpe de Estado de abril, el 2 de diciembre daría inicio algo que sus convocantes llamarían “paro general”. La Federación de Cámaras y Asociaciones de Comercio y Producción de Venezuela (Fedecámaras) junto a la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV), además de medios privados, promovieron tal acción.
No eran extrañas entonces largas colas para el abastecimiento de gasolina, en los pocos sitios donde quedara algo. El acceso a los alimentos y bebidas también se convirtió en una aventura. Incluso el béisbol, deporte tradicional del país, que además cobra importancia mayor en el último mes del año (normalmente es el tramo final de la temporada regular), también dejó de jugarse.
En 2005, y de cara a las elecciones parlamentarias que se llevarían a cabo el 4 de diciembre, la oposición en pleno renunció a sus candidaturas para la Asamblea Nacional. Argumentaban que el Consejo Nacional Electoral no garantizaba imparcialidad y respeto por las leyes (algo que han reiterado en los años siguientes). Mientras por un lado hablaban de la necesidad de que la población votara contra el chavismo, por el otro restaban legitimidad al ente rector, y privaron a su electorado de la posibilidad de manifestarse en las urnas, en otro acto de generación de incertidumbre decembrina.
Ya en tiempos más recientes, con Nicolás Maduro ya al frente de la Presidencia de la República, los ataques se han redoblado. A los ataques a la economía nacional, se suma entonces una feroz campaña mediática que siembra la desesperanza en los venezolanos: titulares con frases como “¡Una triste navidad!” no son extraños en medios dedicados abiertamente a establecer una opinión contra el chavismo.
Lo vienen haciendo desde el 2013, a la par de atentados económicos. Mientras tanto, el Gobierno Nacional ha intentado contrarrestar los efectos de estas acciones, con fiscalizaciones y garantías de precios justos a productos que el pueblo venezolano suele comprar con mayor énfasis en diciembre (ropa, calzado, artefactos para el hogar), además de otorgando mayores bonos navideños.
Del otro lado de la acera, no obstante, no cesan los ataques. Este año, la página que establece arbitrariamente un precio desmedido al dólar paralelo (dolartoday) había amenazado con que la divisa llegaría a los 10 mil bolívares antes de finalizar el año. Por el contrario, ha ido bajando a causa del cierre de frontera y el impedimento de circulación de los billetes de 100 bolívares, decretado por el presidente Nicolás Maduro.
En declaraciones ofrecidas en el programa José Vicente Hoy, conducido por el periodista José Vicente Rangel, que transmite Televen para señal abierta, Diosdado Cabello, primer vicepresidente del Partido Socialista Unido de Venezuela, aseguró que la oposición tenía en marcha un “boicot en silencio contra la navidad”.
“Ni las gaitas querían que sonaran, ya ahorita comenzó a sonar la navidad, hay fiesta en todo el país, ya se comenzaron a pagar los aguinaldos, hay una disposición de acompañar a la gente en la alegría”, agregó finalmente.
JI