Podría llevarlo a ganar por cuarta vez la presidencia en Italia, pero la fórmula de Silvio Berlusconi para proyectar su carrera desde la televisión, pasando por el fútbol y especialmente por el delito, hasta la política, es al menos cuestionable.
Aunque los sondeos no dan como ganador de manera directa al partido Forza Italia, el cual preside Berlusconi, los números parecen darle para obligar a las otras fracciones políticas de derecha a pactar para formar gobierno con él, aunque no sea de manera directa.
Recordemos que Berlusconi está inhabilitado por la justicia italiana para ocupar cargos públicos, luego de ser condenado a 7 años en 2013 por constricción a la prostitución infantil, además de abuso de autoridad, por el «Proceso Ruby», durante el cual pagó por falsos testimonios en su beneficio.
Pero el prontuario no queda ahí: el mismo año, un tribunal dictó una sentencia de 4 años por el Caso Mediaset: la empresa de ese nombre, propiedad de Berlusconi, evadió dinero al fisco alterando los precios de compra de los derechos de películas estadounidenses, en la década de los ’90.
Pero, ¿cómo pasó Berlusconi de dirigir un emporio televisivo y luego un equipo de fútbol a la política? Primero, desplazó a la TV local a punta de programas de concurso y entretenimiento al peor estilo gringo: contenido de ese que las mismas películas estadounidenses muestran como idiotizador de su propia población.
Luego, en los años ’80, fue cuando realmente su nombre se abrió paso definitivo entre los italianos, cuando llegó al AC Milan de la Primera División de fútbol, al que llegó como salvador en un momento en que la quiebra inminente y sanciones del Tribunal Ordinario amenazaban con acabar de manera muy triste la historia del club. Tras su llegada, el Milan vivió una gran época dorada, o varias, logrando ganar hasta 29 títulos en 21 años: les devolvió la gloria, y ahora se ofrece como única alternativa ante un país en crisis, como lo estaba en aquella época el equipo de fútbol.
«No me extrañaría que ganara las próximas elecciones por falta de alternativas. Mejor lo malo conocido que lo bueno por conocer», dice al respecto la experta en comunicación política Laura Cervi, quien además es Doctora en Ciencias Políticas.
JI