El Ministerio de Asuntos Exteriores ruso atribuyó a «fuerzas poderosas» en Reino Unido y Estados Unidos el ataque con una neurotoxina sufrido por el ex espía ruso Sergei Skripal en suelo británico.
Sergei y su hija Yulia Skripal aparecieron inconscientes en un banco de una iglesia de Salisbury tras haber quedado expuestos a un gas nervioso el 4 de marzo. Reino Unido acusa a Rusia de este ataque.
El Gobierno de Rusia negó cualquier responsabilidad y exigió a Londres que presente pruebas materiales para respaldar sus acusaciones, al tiempo que se mostró dispuesto a colaborar para que se aclare lo sucedido.
El caso Skripal no es más que un pretexto para expulsar a diplomáticos de Moscú, declaró el embajador ruso en EE. UU, Anatoli Antónov. «La falta de pruebas para confirmar las acusaciones lanzadas por Washington y Londres contra nosotros genera sospechas de que lo sucedido fue coordinado y planeado», dijo.
Este 26 de marzo, EE.UU. anunció la expulsión de 60 diplomáticos rusos. El presidente Donald Trump, ordenó la expulsión de 48 empleados de la embajada rusa en Washington y 12 personas asignadas a la sede de la ONU en Nueva York, y el cierre del consulado ruso en Seattle, Washington.
Otros 24 países, entre ellos 17 Estados miembros de la Unión Europea (UE) anunciaron medidas similares, aunque a menor escala. La medida parece operar como una ola expansiva que llevó a estos países, aliados occidentales de EEUU, a seguir el ejemplo que Londres y Washington dieron, aun sin ninguna evidencia concreta.
Por su parte, la Embajada rusa en Londres señaló que casi 160 países que no pertenecen al «bloque occidental» consideran fundamental que el Reino Unido debe presentar pruebas de que Rusia estuvo involucrada en el envenenamiento del exagente doble.
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