InicioDestacadaLa Revolución Islámica: la piedra en el zapato de los EEUU

La Revolución Islámica: la piedra en el zapato de los EEUU

Para los nacidos a partir de la década del 70 la Revolución Islámica en Irán es sinónimo de un “loco barbudo” que impuso un régimen teocrático en el “Paris del Medio Oriente”, que sometió a las mujeres a usar velos para taparse el cabello y  las obligó a vestirse de negro.

De esta manera, la industria cultural norteamericana ha pasado factura por la enorme herida económica y geopolítica que los persas les propinaron a los EEUU y así justificar ante la opinión pública internacional el acoso militar y el bloqueo económico contra esta nación desde hace cuatro décadas.

Los Pahlaví: una dinastía de telenovela con muchos esqueletos en el armario

Los Pahlaví fue la última dinastía de la monarquía iraní que gobernó ese país entre 1925 y 1979. Reza Pahlaví, simpatizante de la Alemania Nazi, gobernó entre 1925 y 1941 y su hijo Mohammad Reza Pahlaví desde 1953 hasta 1979 cuando fue depuesto por la Revolución Islámica.

La ostentación de la familia real contrastaba con la miseria reinante fuera de Teherán

En 1951 hubo unas elecciones en las que Mohammad Mosaddeq fue electo Primer Ministro de Irán. Su primera medida fue nacionalizar el petróleo que, hasta entonces, había estado bajo el control de la British Petroleum. La nacionalización y la política antiimperialista de Mosaddeq pusieron en peligro los intereses de Estados Unidos y Gran Bretaña, por lo que la CIA y el MI6 del Reino Unido propiciaron un golpe militar contra su gobierno, respaldado por el pro – estadounidense Mohamad Reza Pahlavi quien reinstauraría el poder absoluto del Shah en esa nación.

En la década del 60 se agravaron las heridas abiertas tras el Golpe de Estado a Mosaddeq y las políticas pro occidentales del Shah: la brecha económica, la desigualdad social, las falta de vivienda y de libertades políticas. Todo ello aderezado por la temida “SAVAK” (Organización de Inteligencia y Seguridad Nacional), que reprimía cualquier voz opositora y llenaba las cárceles de presos políticos.

A mediados de los 70, Irán se convirtió en el mayor comprador de las armas estadounidenses. El Shah obedecía incondicionalmente las órdenes de los EEUU a la hora de nombrar o destituir a ciertos funcionarios del Gobierno o del Ejército. Los asesores militares estadounidenses podían ir a Irán  – amparados por la ley de la Capitulación – y ningún artículo militar sería reparado en suelo iraní.

El Shah Mohammad Reza Pahlav y la emperatriz Farah Dibah fueron portada de nuemerosas revistas del corazón

A pesar de ello Irán era presentado ante los occidentales como una vitrina de glamour y progreso en la prensa del corazón donde la Emperatriz Farah Diba Pahlaví era una diva del Jet Set Internacional en medio de un país que exhibía los peores indicadores de los países de Oriente Medio en materia de vivienda, educación y mortalidad infantil.

“El acto por el cual alguien decide que es preferible morir antes que seguir viviendo”.

Así describió el filósofo Michel Foucault a la Revolución Islámica de Irán concretada el 11 de febrero de 1979. Pero la misma no salió de la nada. Mientras Teherán se exhibía al mundo como una vitrina de prosperidad y progreso, el resto del país estaba sumido en la miseria y en consonancia con costumbres islámicas centenarias. Para sus pobladores la única esperanza era la justicia prometida por el Islam.

Ruhollah Jomeini fue el líder espirirtual de la Revolución Iraní

Esta realidad era mostrada a la opinión pública por Ruhollah Jomeini, que en 1962 encabezó las manifestaciones contra las llamadas Reformas Blancas del Shah. Jomeini fue detenido por el régimen y posteriormente exiliado. Pese a ello, el imán continuó su oposición a Pahlaví desde el extranjero.

La chispa que marcó el inicio de las movilizaciones que derrocarían al Shah fue el incendio al Cinema Rex en el que murieron 400 personas en el verano de 1978. Se extendió el rumor de que los responsables del incendio premeditado eran agentes de la Policía secreta del Shah, Las movilizaciones se fueron intensificando en enero de 1979 después de que una manifestación antigubernamental fuera violentamente reprimida.

El periodista Ryszard Kapuscinski recogió en su trabajo “El sha o la desmesura del poder” su deslumbramiento por aquellas masas vestidas de blanco que habían perdido el miedo: Es una multitud que avanza directamente hacia los tanques sin aminorar la marcha, sin detenerse, una multitud hipnotizada, ¿hechizada?, ¿sonámbula?, como si no viese nada, como si se moviese por una tierra desértica, una multitud que ya ha empezado a entrar en el cielo”.

La base en el islam le confirió a la revolución Iraní características especiales y diferenciadoras porque no se centra en las clásicas teorías marxistas leninistas sobre el conflicto de clases, sino  en el apego a las reglas de una cultura dada por el carácter islámico y de una larga tradición persa.

Pahlaví sucumbió a la presión popular y abandonó el país. En su lugar volvió Ruhollah Jomeini, que había recibido el segundo título más alto del clero chií: ayatolá. El 11 de febrero de 1979, el poder de la monarquía fue abolido oficialmente, transfiriendo el poder al ayatolá y el país pasó a ser la República Islámica de Irán.

Una herida abierta para los EEUU

La lucha contra la influencia de EEUU fue uno de los aglutinantes de la revolución Iraní. Si bien en un principio, los estadounidenses pensaron que podían mantener sus ventajosas relaciones con el nuevo régimen, rápidamente se estrellaron contra una pared. Al no permitir la deportación del defenestrado Shah a Irán una multitud enardecida asaltó la embajada estadounidense en noviembre de 1979. Los 66 rehenes capturados estuvieron retenidos durante más de un año. De esta forma se rompieron las relaciones diplomáticas entre ambos países.

La toma de la Embajada de EEUU en Irán fue el punto de partida de las hostilidades estadounidenses hacia el sistema iraní

A partir de aquí Washington concentró sus esfuerzos para intentar derrocar a la revolución iraní. Razón por la cual impulsaron una guerra de ocho años entre la naciente república Islámica de Irán y el régimen de su vecino – y para aquel entonces aliado de EEUU – Saddam Hussein.

Al ver que la guerra física había fracasado, recurrieron a una guerra blanda para lograr su objetivo. Comenzaron imponiendo sanciones bajo el pretexto de que el país pretendía fabricar armas atómicas. En el 2020 – ante los continuos fracasos del conflicto de baja intensidad – pretenden regresar a una guerra física con el asesinato del General Qasem Soleimani un héroe nacional de los iraníes. El mundo está atento ante esta nueva aventura de la Casa Blanca contra un pueblo decidido a no sucumbir a sus caprichos.

Enza García Margarit/VTactual.com

Medio Oriente epicentro de la paz o la guerra

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