Digno de una parodia policial: así son los métodos que el presidente John F. Kennedy intentó usar en su desesperada obsesión por asesinar al líder de la Revolución Cubana.
Lo paradójico es que mientras planeaban el magnicidio, el que resultó asesinado fue el mismo presidente norteamericano.
Los nuevos documentos desclasificados por los Archivos Nacionales contienen un registro titulado ‘Informe sobre conspiraciones para asesinar a Fidel Castro‘, del 22 de noviembre de 1963. En él se describe una reunión clandestina de un agente de la CIA con otro agente encubierto cubano a quien se le entregó un bolígrafo que en su interior contenía una jeringa hipodérmica con la que se pretendía suministrar el veneno para asesinar al mandatario antillano. Ese mismo día, al culminar la reunión, se enteraron de la muerte de Keneddy.
Sin embargo, el plan siguió adelante y el médico Rolando Cubela volvió a Cuba para llevar adelante el evenenamiento y tres años más tarde fue detenido y condenado a 30 años de prisión.
Otro plan digno de película consistía en contaminar el aire del estudio de radio al que el mandatario cubano asistía regularmente. Del mismo modo que pretendían intoxicar uno de los cigarrillos que fumaba Castro antes de sus discursos para que éste dijera incoherencias y acabar con su credibilidad, provocando una insurrección.
Antes de su sensible fallecimiento, el líder cubano había denunciado los más de 600 intentos de magnicidios que fueron planeados desde la CIA en su contra, señalamientos que fueron tildados de absurdos; pero hoy la desclasificación de documentos de la central gringa de inteligencia no hacen más que ratificar que Castro fue absuelto por la historia.
KP
