Desde que nacemos hembras estamos predestinadas, tenemos que ser madres. Se nos forma y se nos entrena a lo largo de la vida para eso, nuestros primeros juguetes, pequeños bebés de tela o de plástico a los que debemos alimentar y atender como bebés reales (aunque nada te prepara para el momento en que tienes uno de verdad en brazos).
La publicidad, la familia, la comunidad te va empujando, te presionan. Si ya pisas los 30 años y aún no has cumplido con el rol impuesto, la presión aumente ¿para cuándo los hijos? ¡yo quiero un nieto! ¿te vas a quedar para vestir santos?
Cuando yo tenía quince años soñé que tenía un hijo. Lo vi en mis brazos, era hermoso. Al despertar lo decidí, de hecho, lo dije en público muchas veces: cuando sea grande, no importa si no logro ser una buena profesional, pero yo quiero ser una buena madre. Hoy, con tres hijos, me pregunto ¿Qué es ser una buena madre? ¿Quién lo determina? Y sobre todo me pregunto, ese sueño y esa decisión, ¿fueron míos o parte del aprendizaje impuesto?
La psiquiatra y activista feminista Nancy Bello explica que nuestro aparato psíquico recibe estímulos desde la temprana infancia “se nos entrena para ser madres, quedarnos quietas, para la sumisión. Pero además, se nos dice siempre que lo más grande es ser madres y te dicen que tienes que hacerlo bien”.
Agrega, que para la cultura patriarcal “hacerlo bien”, parte del sacrificio la entrega total y el amor romántico por los hijos, “eso es resultado de la patriarcalización del amor materno, igual como se hace con el amor romántico, tras de eso todo lo que hay es una idea del determinismo biológico (teoría que sostiene que el comportamiento humano está prefijado genéticamente) , como las mujeres somos las que parimos entones la diferencia sexual se convierte en una discriminación, cuando se nos endilga solamente a nosotras el cuidado y el amor hacia los hijos”.
Además, reflexiona sobre el rol que de forma inconsciente, las mujeres nos juzgamos cuando consideramos que no ejercemos “bien” la maternidad, “porque el patriarcado nos habita, entonces criticamos a una mujer que parrandee, se eche unos tragos, que salga, que viva pues. Pero no criticamos a un hombre que haga nada de eso”.
No obstante, somos permanentemente criticadas si no damos teta a los hijos, o si los amamantamos en público, si nos vamos un día solas a tomar un descanso.
Recientemente la BBC publicó en su portal web, una nota sobre las “Madres que se arrepienten de haber tenido hijos”. Los aman, pero se han encontrado en situaciones que no esperaban de esa maternidad rosada que nos pintan por todas partes.
“Tenía ganas de gritar que la realidad no es como tan buena como dicen. Si eres del tipo maternal, perfecto, tienes todo lo que querías; pero si no tienes el instinto, lo único que hiciste es atraparte a ti misma», confiesa una de ellas. La sociedad que empuja a la mujer a ser madres, no le advierte, enseña o acompaña a las situaciones que implica este hecho trascendental.
Al respecto, recuerdo algo que leí recientemente y que aún me resuena en la mente. Se trata de una entrevista que otorgó la médica, escritora y feminista egipcia Nawal El Saadawi, recientemente a sus 85 años.
“Las mujeres son esclavas de la maternidad. La maternidad es una cárcel. El padre es libre, pero la madre no. Las mujeres sacrifican sus vidas y su libertad por sus hijos”, habría dicho a El Clarín y señaló que “debemos ser psicológicamente independientes de nuestros hijos. Las madres hacen que los hijos sean dependientes de ellas, les imponen su autoridad, reproducen lo que padecen”.
Nancy Bello manifiesta que, según la idea del determinismo biológico, los hombres no están cultivados en el tema de los cuidados, del amor y del cuidado de los hijos, “entonces todas las instancias de socialización nos meten a las mujeres en la cabeza que la bondad y el amor, son igual a sacrificio, entonces si tienes un hijo, el amor es igual a sacrificar, pero eso lo que esconde es la gran inequidad la gran desigualdad con respecto al tema de los cuidados, es una manipulación, a través del afecto”.
«Pero la vida no debería obligarte a renunciar a tu vida, tu libertad, para que ellos puedan tener una vida», dice otra de las madres entrevistadas por BBC.
Eso concuerda con la idea que sostiene la activista egipcia, quien opina que “se nos ha criado hasta llegar al sacrificio, sacrificio por la familia, por los hijos, por el país. Pero ni el país ni el marido ni los hijos se sacrifican por las mujeres. Aun así, lo toleramos. Tenemos que erradicar esta psicología de la esclavitud”.
La doctora Nancy Bello sostiene que cada vez cobra mayor fuerza en el mundo, la decisión de mujeres que asumen no tener hijos, sin miedo a ser señaladas por ello o a sentir culpa, que es uno de los sentimientos con los que generalmente se manipula a las mujeres, sobre todo a las madres.
Contracorriente
Vanessa Gutiérrez es una periodista venezolana que tomó una decisión firme: no tendrá hijos. A sus 34 años ya ha recibido bastantes presiones para hacerla desistir. «Los padres, las tías, te miran como con mucha inquietud, te dicen que ya se pasó la edad, que me voy a quedar sola, que quién me va a cuidar cuando esté vieja… Eso lo que me hace pensar es, bueno ¿uno trae hijos al mundo es para que lo cuiden a uno o para aprender de ellos y crecer juntos? siempre he sentido rechazo a la situación general de la sociedad que te impone tener hijos para que seas mujer y no te quedes sola», reflexiona.
Vanessa tomó esta decisión de vida de forma temprana. A los 18 años, después de haber ayudado a criar a sus hermanos, pues sus padres debían trabajar muchas horas, y al ver la entrega de sus amigas con hijos, asumió que tenía otros intereses: «la vida tiene muchas cosas para aprender disfrutar, conocer».
Para ella, las creencias sociales en torno a la maternidad están muy influenciadas por las creencias religiosas. «Como yo no tengo ninguna, se me hizo más fácil tomar esta decisión… Yo salgo, voy al cine, puedo aventurarme a hacer talleres y actividades extra, y estoy segura de que si tuviera un hijo que no pudiera a hacer; hay una responsabilidad sobre la vida de otra persona que yo no me atrevo a asumir porque siento que tengo el deber de aprender otras cosas en esta vida. Es iluso creer que el que no ha tenido hijos no ama, para mi hay otras formas de amar», explica.
Lo ideal entonces, plantea que el amor maternal, sea libre, un ejercicio de decisión y corresponsabilidad. Se trata de una elección, no es un destino inevitable.
JS