Hoy, a 234 años del natalicio de uno de los hombres más importantes de nuestra América, Simón Bolívar, es necesario analizarlo desde la perspectiva de su propio tiempo, con las contradicciones y la configuración de la sociedad que le vio crecer y forjar su carácter. Fue un hombre que evolucionó a medida que transcurrían los años, que forjó su carácter y pensamiento a medida que transcurrían los hechos notorios de su vida, tal como la piedra a la intemperie se va moldeando con los efectos de la lluvia y el sol.
Llama la atención por ejemplo que un hombre de la talla de Bolívar, perteneciente a la alta sociedad caraqueña y descendiente de una familia poderosa, no haya tenido una educación formal regular sino más bien asaltada por continuos baches generados por la rebelión de éste contra su tío materno y tutor, Carlos Palacios. Aun así, durante su infancia obtendría los conocimientos básicos para un joven mantuano de la mano de Simón Rodríguez, Andrés Bello y el fray Francisco de Andújar.
Sin tener inclinación por la religiosidad ni por los negocios, Bolívar ingresa en 1797 a la sexta compañía del Batallón de Milicias Disciplinadas de Blancos, teniendo apenas 14 años de edad. Para tener una idea de la importancia de su familia en la época colonial, a Simón Bolívar se le exime la necesidad de probar su linaje e hidalguía, requisito indispensable para todos aquellos que quisieran sumarse a las tropas de Su Majestad.
Desde esa trinchera aprendería las artes militares, sin destacarse en gran medida –fue el séptimo de una escala de egreso de nueve posiciones- pero sería ésta la única formación coherente y una de las más relevantes para lo que le depararía el futuro a El Libertador. Egresa como subteniente el 4 de julio de 1799. Ese mismo año, con 16 años de edad, zarparía de Venezuela, con rumbo a Madrid, donde se radicó por poco más de siete años, estancia dividida en dos por su matrimonio y pronta viudez.
Sería aquí donde se despertaría la curiosidad intelectual y literaria de Bolívar, que dormitó en buena parte de su juventud. Un allegado a la familia, Jerónimo de Ustáriz, II marquéz de Ustáriz y ministro del Consejo Supremo de Guerra del Rey, sería uno de los principales responsables de su formación intelectual, disponiendo su vasta biblioteca con obras de pensadores de la España Ilustrada como el padre Feijoo, y de Jovellanos y Campomanes.
Luego de que enviudara en 1803, retornó a Europa, donde leería a quienes moldearían su pensamiento emancipador: Rousseau, Montesquieu, Mably, Voltaire, Lalande, Filangieri, Raynal, Buffon, Helvetius, Condillac y Locke. Todos estos abrevaderos filosóficos servirían a Bolívar para entender los hechos que acontecían en Caracas, donde se gestaba una revolución. Igualmente, tendría honda huella presenciar la coronación de Napoleón Bonaparte en la catedral de Notre Dame, cuando visitó París en 1804. Allí retomó la relación con su antiguo maestro, Simón Rodríguez, quien ahora sí tendría a un interlocutor interesado en las ideas políticas y filosóficas que marcaban su tiempo.
Bolívar regresaría a Venezuela en 1806 y viviría como el típico hacendado colonial. No obstante, su periplo por Europa lo prepararían para las conmociones del nacimiento de la República venezolana.
Su relación con Francisco de Miranda
Luego de su regreso, Bolívar poco a poco va interesándose por los hechos políticos suscitados en Caracas, objeto de conspiraciones y revoluciones para librarse de la Corona española. En 1810 es enviado a Gran Bretaña como diplomático e intérprete de una delegación embajadora venezolana, que busca los recursos para iniciar su emancipación política.
Este viaje sería un hito en la vida de Bolívar, pues allí conocería al Generalísimo Francisco de Miranda, precursor de la Revolución Francesa y de las colonias inglesas que más tarde se convertirían en Estados Unidos. Fue este curtido guerrero quien consolidó la agenda revolucionaria de la comisión venezolana, al prestar su domicilio en Londres, sus conocimientos políticos y sus relaciones personales con importantes figuras del gobierno británico.
Miranda también sería inspiración revolucionaria para Bolívar durante los eventos previos a la declaración de Independencia de 1811, al fomentar los debates políticos en la Sociedad Patriótica a favor de la emancipación de la corona española. El joven Bolívar no tuvo mayor participación en los primeros movimientos insurreccionales hasta que se organiza este viaje a Londres.
Tristemente, esta idílica relación se iría desmoronando al igual que el intento de cimentar la Primera República de Venezuela. Las derrotas sufridas a manos del ejército realista, sumado al caos del momento y el profundo menosprecio que sentían los mantuanos hacia el Generalísimo, lo aislaron cada vez más, al punto de que éste último no viera más opción que rendirse ante el enemigo para después emigrar al exterior. Ya la relación de Bolívar con Miranda venía desgastándose, la antipatía del precursor hacia el mantuano se hacía notar. Todo esto generó un punto de inflexión que llevó a Bolívar junto a otros oficiales a entregarlo al Capitán General de Venezuela, Domingo de Monteverde, una vez caída en desgracia el proyecto republicano.
Aunque no se sabe a ciencia cierta que llevó a Bolívar a participar en este acto de traición, urdido a espaldas del Generalísimo, lo cierto es que el futuro Libertador obtuvo un salvoconducto que le permitió salir del país y evitar caer en manos de la venganza española; Bolívar es pues, un activo insurgente desde 1811 que no escatimó discursos, recursos materiales ni esfuerzos bélicos para concretar el proyecto revolucionario. Aparte de la licencia, también logró llevarse 1500 pesos y 40 kilos de plata para el eminente exilio.
Tal vez fue la inmadurez o la desesperación lo que llevó a Bolívar a tal acción, criticable desde la lejanía crónica de los hechos pero que sin duda llama poderosamente la atención. Pese a ello, Bolívar se convertiría posteriormente en líder del proceso de emancipación en Venezuela y en El Libertador de cinco naciones en aras de hacer posible proyecto de la Patria Grande que aún millones de latinoamericanos tratan de consolidar.
JA