El Orgullo no es solo una fiesta: es un acto de resistencia, un grito colectivo contra la opresión y un recordatorio de que los derechos humanos son indivisibles. En 2025, mientras España celebra dos décadas de matrimonio igualitario —un hito que ha consolidado a 75.000 parejas en una sociedad cada vez más inclusiva—, Hungría se convierte en el epicentro de una batalla global por la dignidad LGBTQ+. La prohibición del Orgullo en Budapest, ordenada por Viktor Orbán y su partido Fidesz, no es un acto aislado: es parte de una estrategia sistemática para borrar la visibilidad del colectivo y normalizar la discriminación.
Progreso LGBTQ+
El 30 de junio de 2005, España dio un salto histórico al aprobar el matrimonio igualitario, convirtiéndose en el tercer país del mundo en reconocer este derecho. Aunque el debate se dividió al Parlamento y fue cuestionado en el Tribunal Constitucional, hoy la sociedad lo asume con naturalidad. Este logro, junto con leyes de identidad de género y antiprejuicios, posicionó al país como referente global. Pero el progreso no es lineal. Mientras en España el Orgullo se vive con alegría, en Hungría las autoridades reculan, recordándonos que los derechos conquistados pueden perderse si no se defienden.
Ataque coordinado a la diversidad
El régimen de Orbán ha convertido la persecución de las minorías sexuales en una herramienta de poder. En los últimos años, su gobierno ha:
- Prohibido la mención de la diversidad sexual en la educación.
- Negado el reconocimiento legal de identidades trans.
- Censurado eventos culturales LGBTQ+.
- Criminalizada la expresión de orgullo con penas de hasta un año de prisión.
La prohibición del Orgullo en Budapest, bajo amenazas de multas o detenciones, es el último eslabón de esta agenda reaccionaria. Pero Orbán no actúa en el vacío: sus políticas inspiran a movimientos ultranacionalistas en Polonia, Italia o incluso en América Latina, amenazando con expandir una ola de intolerancia.
Solidaridad
La represión húngara ha desatado una respuesta sin precedentes. Activistas de toda Europa se movilizan en Budapest, respaldados por al menos 70 eurodiputados , la vicepresidenta española Yolanda Díaz , el ministro Ernest Urtasun y representantes de Más Madrid y Cataluña. Aunque la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen , pidió prudencia para evitar «choques institucionales», la comisaria de Igualdad, Hadja Lahbib , rompió filas y asistirá, demostrando que la lucha por los derechos no admite neutralidad.
La extrema derecha
La tensión aumentó cuando el gobierno húngaro, además de vetar el Orgullo, autorizó una marcha ultraderechista en el mismo horario y recorrido. Este grupo, vinculado a actos violentos anteriores, representa una amenaza real para los asistentes. Orbán justifica su postura en la «moral tradicional», pero su verdadero objetivo es sembrar miedo y dividir a la sociedad. La Unión Europea debe responder con contundencia: la pertenencia a este bloque no puede coexistir con regresiones en derechos humanos.
Celebración
El Orgullo evolucionó: ya no solo reivindica los derechos LGBTQ+ sino que simboliza la batalla universal por la igualdad, la libertad y la separación entre Estado y moral religiosa . En Budapest, esta manifestación se convierte en un acto de desobediencia civil frente a un régimen que busca imponer la homofobia como norma. Mientras en España el Orgullo se vive con orgullo, en Hungría es un acto de valentía.
Mirar hacia otro armario
La historia no se mueve sola: avanza cuando las sociedades lo exigen. España demostró que la igualdad es posible; Hungría nos recuerda que los retrocesos también lo son. La UE debe aplicar sanciones concretas a Orbán, suspendiendo fondos y privilegios a gobiernos que violen principios fundamentales. El Orgullo en Budapest no es solo un desfile: es la prueba de que la resistencia es la única vía para garantizar que, en Europa, nadie se quede atrás.

