Entré al despacho del Presidente de Venezuela, en el Palacio de Miraflores, el 24 de enero de 2002, a las 5:45 pm. Escuché desde afuera una voz fuerte y alegre que entonaba «Linda Barinas». Lo vi a los ojos y supe que Chávez era todo lo que la mente y el corazón había ideado: una experiencia trascendente.
El 4 de febrero de 1992 era sólo una niña de 12 años. A esa edad sabía que Carlos Andrés Pérez, el entonces primer mandatario, me desagradaba profundamente sin racionalizarlo demasiado. En un ambiente de angustia e incertidumbre por lo que estaba ocurriendo en las calles de Caracas prendí el televisor esa madrugada. Vi a un militar dar su mensaje durante pocos segundos y algo dentro de mí, desde ese momento, siempre supo que se convertiría en el futuro Presidente de Venezuela. Tal cual lo escribí al día siguiente en una inocente carta, dirigida al Teniente Coronel, cuando el país era todo un huracán por lo ocurrido. Guardé mis líneas en un diario que luego le entregué a Chávez, diez años después, el día que entré a su despacho en Miraflores. Para entonces ya tenía 22 años y era una estudiante de Comunicación Social que presentaría mi trabajo final de la Universidad entrevistando al hombre más importante de la nación.
Le dije: «Presidente ¿qué nombre le pondría al reportaje audiovisual de esta entrevista? Con su mirada profunda me respondió: «4F, Fragmentos de una Vida».
A continuación les presento el resultado audiovisual que derivó de ese maravilloso encuentro con Hugo Chávez Frías, un ser valiente, amoroso, auténtico, humilde, que tuvo muchas virtudes y la más importante es que nunca le falló a su pueblo.
Entró por la puerta grande de la historia hace 25 años, nos atravesó el Alma y se quedó en millones de personas durante y más allá de su estadía, en cuerpo físico, en esta estación de tren llamada «vida».
Nada en mi existencia ha superado entrevistar a Chávez durante 55 minutos. Si algo puedo tratar de transmitir sobre esta experiencia, es la fuerza del Amor que este hombre emanaba no sólo en cada palabra sino también en cada uno de sus silencios. Entre idea e idea que expresaba encontré en sus ojos un Ser impresionante, como un volcán espiritual que había irrumpido en este plano, en esta nación, en este mundo… para vivir con plena pasión y alegría de instante en instante.
Una palabra que lo decribe bien: «Presencia». Chávez siempre estaba presente y le dedicaba el 100% de su ser a cada persona que conocía y con quien compartía. Eso transmitía una fuerza arrolladora amorosa que dejaba atónito a quienes lo amaban y transformaba la energía de quienes lo odiaban.
Chávez fue y es un milagro, un regalo, un transmutador, una oportunidad no sólo histórica… también cuántica, holística, metafísica… porque verlo a los ojos te hacía replantearte estar aquí y cómo ser un mejor miembro de la raza humana.
Venezuela agradece que vivió su mejor historia de Amor… El pueblo: «la perfecta Cenicienta», con su respectiva madrastra y hermanastras (y además muchos padrastros crueles)… Venezuela no creía en nadie… pero como en una «historia mágica» apareció de la nada alguien mejor que cualquier príncipe… su Presidente…un hombre que emergió de la base del pueblo pobre… un ser que vivía con sentimientos puros e incondicionales por los demás… Él mismo se sorprendía: «Esto del pueblo conmigo es más que Amor… frenesí».
Les presento en video la mejor experiencia de mi vida… y la escribo porque sé que tiene un hilo de conexión colectivo, debido a que este hombre también fue la mejor experiencia de millones de venezolanos… que hoy son… quienes son… gracias a esa historia de AMOR impersonal… de padre, hermano, amigo… de Libertador de Espíritus… Es nuestra historia trascendente llamada CHÁVEZ…
Reportaje Audiovisual: 4F «Fragmentos de una Vida»:
Tomado del Blog de Stephanie Carbajal Morales