El pasado 20 de octubre una caravana de unas 5000 personas partió desde la ciudad de San Pedro Sula, en Honduras, con rumbo a Estados Unidos (EEUU), en un recorrido de más de 3500 kilómetros. La organización de estas personas fue motivada por la angustia popular reinante en el país centroamericano debido a los niveles de violencia y pobreza a la que está sometida esta sociedad, víctima de la desigualdad y de la aplicación de políticas neoliberales impuesta por gobiernos dóciles a los intereses de EEUU
A una semana de recorrido, el primer escollo a superar de la Caravana, fue la frontera con México. En un principio hubo fuertes confrontaciones con la policía migratoria mexicana, con quienes los marchantes protagonizaron escenas de violencia al forzar portones de seguridad y los mecanismos dispuestos por el gobierno de Enrique Peña Nieto. El aún presidente mexicano habría dicho que su país no permitiría el ingreso de ninguna persona de forma violenta. La Caravana se calmó, negoció y pasó.
Mientras eso sucedía, el gobierno de EEUU anunciaba el recorte de ayuda económica a los gobiernos de Guatemala, Honduras y El Salvador, ya que sus gobiernos no fueron capaces de detener el avance de los migrantes. La Caravana logró pasar a México desde Guatemala atravesando a pie la parte menos profunda del río Suchiate mientras la policía de éste país les aguardaba al otro lado. Fueron acosados por helicópteros mientras se tomaban de la mano y coreaban: “Si se puede”. Y pudieron.
Una vez en México, mientras avanzaban rumbo al norte, el gobierno estadounidense ordenó el despliegue de unos 5 mil efectivos militares que apoyarían a la policía migratoria en la frontera con México. La amenaza no hizo desistir a la mayoría de los migrantes, a los que se han sumado más personas desde países vecinos. A principio de noviembre, el gobierno norteamericano ordenó reforzar la frontera con México con un total de 15 mil soldados.
El 15 de noviembre la Caravana llegó a Tijuana, estado mexicano fronterizo con EEUU. Allí encontraron un muro improvisado y varios contingentes militares norteamericanos al otro lado de éste. Una vez llegado al lugar, el gobierno de EEUU reafirmó que no permitiría la entrada de ningún ilegal a su territorio y el presidente #DonaldTrump ordenó emplear el “fuego letal” en caso de que alguna persona de la Caravana pisara suelo estadounidense. El Congreso de ese país advirtió al mandatario que muchas de sus posturas contra los migrantes, violan la Constitución de EEUU.
El 25 de noviembre unos 500 migrantes cruzaron la frontera en una acción que desató una fuerte represión por parte de cuerpos de seguridad estadounidenses. Tras los sucesos, el gobierno mexicano deportó a 98 integrantes de la Caravana y anunció que no permitirían que “les causen más problemas con Estados Unidos”. El gobierno estadounidense amenazó con el cierre total de la frontera con México de persistir la situación, que a su juicio, viola la integridad de su territorio. La Caravana se mantiene en la zona esperando la llegada de otra movilización de migrantes que viene en camino y negociando su entrada como refugiados a Estados Unidos.
RB