17 años. Ese es el tiempo que Calais ha funcionado como campamento para los miles de migrantes que desean cruzar el canal de La Mancha para asentarse finalmente en Reino Unido. En esta ciudad, ubicada al norte de Francia, quienes aspiran a convertirse en refugiados de Inglaterra viven en carpas improvisadas, a donde llegan organizaciones humanitarias que -de acuerdo con las estadísticas- distribuyen al menos dos mil comidas diarias.
A pesar de que en el año 2016 el Gobierno francés ordenó desmantelar los campamentos construidos en Calais y evacuó alrededor de siete mil 400 personas, aún se pueden encontrar migrantes afganos, sudaneses y eritreos en la zona. Todos, malviven en esta localidad donde sufren medidas represivas por parte de las autoridades, quienes irónicamente defienden la migración como un deber político y moral.
Y es que directa o indirectamente, la mayoría de gobiernos de Europa y algunos de occidente, son responsables de los conflictos bélicos que provocan la muerte o el desplazamiento de ciudadanos africanos a países de este continente.
Entre los migrantes que hacen “vida” en Calais se pueden encontrar cerca de dos mil niñas y niños, de los cuales sólo una parte consiguen ser aceptados por Reino Unido. El resto abandona los centros de acogida cansados de esperar una respuesta por parte del gobierno Británico. Por otra parte, se encuentran los refugiados dublineses, quienes ya pidieron asilo en otro Estado miembro de la Unión Europea y no pueden solicitar ese mismo estatus en otro país.
Este grupo, por lo general adultos, se niegan a regresar a la nación donde fueron aceptados y quedan en una especie de limbo al no poder ser acogidos por Reino Unido, a donde la mayoría espera ingresar para tener una mejor calidad de vida. Lejos de facilitar el ingreso de migrantes, este país ha construido una especie de valla que dificultan la conexión entre Calais y el sur de Inglaterra.
ARG