InicioCULTURA Y ENTRETENIMIENTOMahmud Darwish una de las más grandes voces de la poesía árabe

Mahmud Darwish una de las más grandes voces de la poesía árabe

Muchas de las cosas que hacemos y que utilizamos a diario en el occidente moderno provienen en esencia del mundo árabe, empezando por el álgebra cuyos principios siguen contribuyendo al desarrollo de las matemáticas, el molino de viento, el cigüeñal (pieza fundamental de cualquier vehículo con motor), la destilación como proceso fundamental de la alquimia que derivó en la química de hoy, hasta el fenómeno de la cámara oscura que dio pie a las cámaras fotográficas y cinematográficas que empleamos en la actualidad.

Se cuenta que en el año 600 el profeta Mahoma utilizó una ramita del árbol de arac para limpiarse los dientes y refrescar su aliento, popularizando una costumbre que con el pasar de los siglos ha derivado en el cepillo y la pasta de dientes moderna. Estos son sólo algunos de los innumerables aportes del mundo árabe que hicieron posible el desarrollo tecnológico del que disponemos en pleno siglo XXI.

Sin embargo, en la actualidad desde los grandes centros del poder occidental se ataca de forma desproporcionada a toda una cultura que ha dado y seguirá dando inmensas luces a la humanidad. Hoy el pueblo islámico está sometido a una brutal propaganda de guerra que, entre otras cosas, busca colocarlo ante los ojos del mundo como una masa de salvajes, bárbaros y terroristas, con un fin velado que persigue apoderarse de sus territorios y recursos.

Ante esta arremetida imperial que busca arrasar países enteros no faltan la voces de artistas y escritores que esgrimen su palabra como arma para describir los vejámenes que sufren los pueblos del oriente, tal es el caso de Mahmud Darwish, poeta palestino que afirma: “No creo que haya en el mundo un solo pueblo al que se le pida todos los días que pruebe su identidad como a los árabes. Nadie dice a los griegos: ustedes no son griegos; a los franceses: ustedes no son franceses. Pero el árabe debe presentar permanentemente sus documentos de identidad, porque se busca que dude de sí mismo. Yo no estoy obsesionado por la genealogía ni la parentela. La única identidad que proclamo (…) es «yo soy mi lengua». Ni más ni menos. Y digo que en esta lengua se percibe la vecindad de los romanos, los persas y tantos otros pueblos. Sólo me reconozco en mi lengua, y no estoy preocupado en absoluto por las «diferencias» de raza o sangre. No creo en las razas puras, ni en Oriente Medio ni en otra parte. Al contrario, estoy convencido de que el mestizaje me enriquece y enriquece mi cultura. Es el Otro el que me exige sin cesar que sea un árabe, por supuesto, según su propia definición de arabidad”.

El poeta Mahmud Darwish nació en Briwa, Galilea, en 1942, en tierras que fueron arrasadas e invadidas por el sionismo israelí después de la II Guerra Mundial y que padecen la cotidianidad de un robo descarado de sus territorios. A Darwish como a muchos de sus compatriotas le tocó vivir la invasión de su patria por parte de esa potencia emergente que ha sido apoyada por EEUU y que cumple la función de bastión imperial dentro del mundo árabe. Darwish ha sido considerado por los palestinos como el poeta nacional por su fuerza expresiva y su tenacidad a la hora de expresar el dolor pero también representa la resistencia de todo un pueblo:

Nosotros amamos la vida

Nosotros amamos la vida cuando hallamos

un camino hacia ella,

bailamos entre dos mártires y erigimos entre ellos

un alminar de violetas o una palmera.

Nosotros amamos la vida cuando hallamos

un camino hacia ella.

Robamos un hilo al gusano de seda

para construir nuestro cielo y concluir este éxodo.

Abrimos la puerta del jardín

para que el jazmín salga a las calles

cual hermosa mañana.

 

Nosotros amamos la vida cuando hallamos

un camino hacia ella.

Allá donde estemos, cultivamos plantas

que crecen deprisa y recogemos mártires.

Soplamos en la flauta el color de la lejanía,

dibujamos un relincho en el polvo del camino

y escribimos nuestros nombres

piedra tras piedra.

¡Oh, relámpago!

Ilumina para nosotros la noche,

ilumínala un poco.

Nosotros amamos la vida cuando hallamos

un camino hacia ella.

Mahmud Darwish es considerado el poeta del mundo árabe, la gente que día a día padece la indignación por las atrocidades cometidas contra este pueblo se siente reflejada en su palabra, en su poesía:

Pasajeros entre palabras fugaces

Pasajeros entre palabras fugaces:

Cargad con vuestros nombres y marchaos,

Quitad vuestras horas de nuestro tiempo y marchaos,

Tomad lo que queráis del azul del mar

Y de la arena del recuerdo,

Tomad todas las fotos que queráis para saber

Lo que nunca sabréis:

Cómo las piedras de nuestra tierra

Construyen el techo del cielo.

Pasajeros entre palabras fugaces:

Vosotros tenéis espadas, nosotros sangre,

Vosotros tenéis acero y fuego, nosotros carne,

Vosotros tenéis otro tanque, nosotros piedras,

Vosotros tenéis gases lacrimógenos, nosotros lluvia,

Pero el cielo y el aire

Son los mismos para todos.

Tomad una porción de nuestra sangre y marchaos,

Entrad a la fiesta, cenad y bailad…

Luego marchaos

Para que nosotros cuidemos las rosas de los mártires

Y vivamos como queramos.

Pasajeros entre palabras fugaces:

Como polvo amargo, pasad por donde queráis, pero

No paséis entre nosotros cual insectos voladores

Porque hemos recogido la cosecha de nuestra tierra.

Tenemos trigo que sembramos y regamos con el rocío de nuestros cuerpos

Y tenemos, aquí, lo que no os gusta:

Piedras y pudor.

Llevad el pasado, si queréis, al mercado de antigüedades

Y devolved el esqueleto a la abubilla

En un plato de porcelana.

Tenemos lo que no os gusta: el futuro

Y lo que sembramos en nuestra tierra.

Pasajeros entre palabras fugaces:

Amontonad vuestras fantasías en una fosa abandonada y marchaos,

Devolved las manecillas del tiempo a la ley del becerro de oro

O al horario musical del revólver

Porque aquí tenemos lo que no os gusta. Marchaos.

Y tenemos lo que no os pertenece:

Una patria y un pueblo desangrándose,

Un país útil para el olvido y para el recuerdo.

Pasajeros entre palabras fugaces:

Es hora de que os marchéis.

Asentaos donde queráis, pero no entre nosotros.

Es hora de que os marchéis

A morir donde queráis, pero no entre nosotros

Porque tenemos trabajo en nuestra tierra

Y aquí tenemos el pasado,

La voz inicial de la vida,

Y tenemos el presente y el futuro,

Aquí tenemos esta vida y la otra.

Marchaos de nuestra tierra,

De nuestro suelo, de nuestro mar,

De nuestro trigo, de nuestra sal, de nuestras heridas,

De todo… marchaos

De los recuerdos de la memoria,

Pasajeros entre palabras fugaces.

Nos termina diciendo: “Soy árabe, y mi lengua conoció el mayor florecimiento cuando estuvo abierta a los otros, a la humanidad entera. (…) No existe ghetto en mi identidad. Mi problema reside en lo que el Otro ha decidido escudriñar en mi identidad. Y, sin embargo, yo le digo: esta es mi identidad, compártela conmigo, es lo suficientemente amplia como para acogerte; nosotros, los árabes, sólo tuvimos una verdadera civilización cuando salimos de nuestras tiendas para abrirnos a lo múltiple y lo diferente. No soy de los que sufren una crisis de identidad, ni de los que no cesan de preguntarse: ¿quién es árabe? ¿Qué es la nación árabe? Soy árabe porque el árabe es mi lengua, y, en el actual debate, hago una encarnizada defensa de la lengua árabe, no para salvaguardar mi identidad, sino por mi existencia, mi poesía y mi derecho a cantar”.

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