InicioDestacada#VTanálisis La inflación no se aplana ni con cuarentena

#VTanálisis La inflación no se aplana ni con cuarentena

A casi dos meses de cuarentena social, la inquietud no es ya si sobreviviremos al Coronavirus, que hasta el momento no la ha tenido fácil en Venezuela, gracias a la oportuna cruzada sanitaria del gobierno nacional y a la actitud consciente que ha demostrado la mayoría del pueblo.

El desafío es saber si aguantaremos la pela de la inflación, exagerada y terca, incluso en un momento tan excepcional como el estado de alerta por la pandemia que ralentiza al mundo y que debería extenderse, piensa uno, hasta la economía.

El escenario es espeluznante, al punto de hacer palidecer la ilusión de distopía apocalíptica producto del Covid-19: todos los insumos de la cesta básica multiplicaron sus costos de manera exponencial, manteniéndose a raya, milagrosamente, solo el pasaje en el transporte público (porque sencillamente no hay efectivo circulando para pagar) y los servicios subsidiados en su mayoría por el Estado venezolano.

Más o menos la rutina, en todo el territorio nacional, consiste en una avanzada de hombres y mujeres, padres o madres de familia, aprovechando las horas de distensión de la cuarentena -en horas de la mañana- para salir a las calles a reabastecerse de alimentos, productos de higiene y limpieza, y pertrechos variados para sobrevivir las intensas y agobiantes horas de aislamiento, aunque eso transgreda las disposiciones del distanciamiento social.

En ese trajinar, que agoniza en horas del mediodía, se perpetran todos los crímenes de la usura a los que -más o menos- estamos acostumbrados, pero que en un momento que requiere solidaridad y mesura, generan angustia en las familias que ven seriamente mermado su poder adquisitivo sin que los extraordinarios logros oficiales contra el virus, consigan absolutamente nada sobre el comerciante especulador del establecimiento formal, o el de la economía informal que se mantiene campante.

Solo por referencia, al momento de publicar esta nota un cartón de huevos podía llegar a 700 mil bolívares (incluso más), despedazando el sueldo mínimo de cualquier trabajador. Un kilo de harina de maíz rondaba los Bs. 180.000, el kilo de carne de primera Bs. 800.000, el kilo de pollo Bs. 380.000, etc., imposible de cubrir con la suma de varios salarios básicos y los bonos especiales que facilita el gobierno a través del Sistema Patria.

La puja y el virus

Luis Salas Rodríguez, sociólogo e investigador de temas económicos,  no cree correcto considerar que hay una sola causa para el tema de la inflación en esta coyuntura. Tampoco vale considerar, señala, que se debe al ataque del imperialismo a la moneda pues ya esa etapa se cubrió y podría resultar reduccionista valorarlo como la única razón.  

Se detiene en dos motivos más exactos a su entender: la situación de puja distributiva que se arrastra en el marco de la conflictividad social, y la incertidumbre generada por la situación del Coronavirus que refuerza la inercia inflacionaria que traemos desde 2013, y que a veces se retrasa, disminuye o acelera, pero nunca ha desaparecido, como relata en un trabajo anterior Luis Salas Rodríguez «no se trata de dolarización sino de desbolivarización«.

Define esta puja distributiva como una situación donde hay una economía que está contraída, como la venezolana, con gente permanentemente perdiendo recursos, y cada quien buscando recomponer el ingreso perdido a través de mercancías que vende, ofreciendo bienes y servicios, o su propia mano de obra.

Se remonta a la historia reciente del país: antes de la aparición del Covid-19, en Venezuela ya existía un contexto inflacionario muy marcado, desde hace más de seis años, que pasó por un capítulo reciente de hiperinflación, y se mantuvo contenido una parte del año pasado de alguna forma por las políticas restrictivas en materia monetaria que viene aplicando el gobierno.

“En este nuevo contexto, todas las tensiones inflacionarias que habían se terminan disparando y se complementan con otras cosas, como todo lo que tiene que ver con la restructuración de la movilidad de alimentos y las expectativas de movilidad personal” asegura.

La economía delirante  

Sin embargo, para el observador promedio, la economía parece estar viviendo un comportamiento extravagante frente a los imponderables que surgen en medio de las medidas de emergencia para frenar el contagio.

La mayoría coincide en que es una conmoción planetaria que está mostrando síntomas escandalosos, difíciles de anticipar. Se desploman las bolsas de valores, el desempleo se dispara fundamentalmente en Estados Unidos y Europa, se sobresaturan los depósitos de hidrocarburos y los precios del petróleo se derrumban estrepitosamente como se registró esta semana, cuando cayó a niveles incluso por debajo de cero para el marcador West Texas, lo que obligó a los vendedores a pagarle a los compradores para que aceptaran contratos a futuro.

El dólar, nuestra eterna espada de Damocles, mantiene un comportamiento inexplicable para las mayorías, en su relación con el Bolívar, en medio del estado de excepción que atraviesa el país.

Su valor paralelo ha venido escalando cada día (cada hora) hasta situarse, al momento de entregar esta nota, en Bs. 190.000 por 1 dólar, lo que incide, ficticia o realmente, en el costo del caramelo que vende el buhonero, hasta el repuesto que tenía en inventario desde hace más de un año una tienda de electrónica del centro de Caracas.

Para Salas, existen varias explicaciones para una situación que parece ilógica: “fundamental el tema de que la gente, cuando ve que suben los precios, busca refugiarse obteniendo dólares para mantener su reserva de valor y poder comprar; pero a la vez los dólares están más escasos pues la gente que los tiene no los quiere soltar con la misma velocidad y además hay una restricción externa cada vez más fuerte de entrada de divisas que tiene que ver, entre otras razones, con la caída del ingreso petrolero, de las exportaciones en general, el turismo, la paralización de las remesas, de trabajos pagados desde el exterior, etc.”

Agrega que hay mayor demanda de dólares, con menos oferta de los mismos, y eso sigue presionando el tipo de cambio y estimula el incremento de los precios más atrás.

La estocada final

¿Podríamos decir que vivimos días de economía especulativa y sin control (más), amparada en el miedo? Quizás. Lo que sí demuestra la comprobación empírica es que reina una impunidad que contradice la gran efectividad de las políticas públicas en materia sanitaria frente a la pandemia, lo que hace temer que cualquier otro escenario solo será posible para después de que haya pasado la cuarentena.  

Tampoco es novedad: en medio de la crisis generada por el bloqueo económico y las sanciones impuestas por el gobierno norteamericano para asfixiar nuestros procesos productivos, importaciones y comercio de petróleo, desde hace siete años enfrentamos una dura crisis que pareciera estar en su momento culminante.

Es lógico pensar entonces que se trata de una especie de “operación remate” para aniquilar definitivamente por la vía económica a la revolución bolivariana que encabeza el presidente Maduro, como lo tiene ofrecido, cada vez con más vehemencia, el gobernante del gigante del norte, #DonaldTrump.

Mientras, nuestra cotidianidad doméstica llega a los niveles absurdos de lucir el precio de una canilla de pan en Bs. 30.000 en una esquina, y 60.000 en la otra, sin que nadie sepa exactamente porqué.

Marlon Zambrano/VTactual.com

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