InicioINVESTIGACIÓN Y ESPECIALESEl imperialismo no duerme: objetivo Chávez

El imperialismo no duerme: objetivo Chávez

Benedicto XVI (d) junto al presidente de Venezuela, Hugo Chávez, durante la audiencia privada que celebraron en El Vaticano, hoy miércoles 11 de mayo. EFE/Alberto Pizzoli
Benedicto XVI (d) junto al presidente de Venezuela, Hugo Chávez, durante la audiencia privada que celebraron en El Vaticano, hoy miércoles 11 de mayo. EFE/Alberto Pizzoli

En mayo, el clima en Italia es agradable. No llega a hacer demasiado calor, las condiciones atmosféricas son bastante estables… Cualquiera que conozca de telecomunicaciones sabe cuánto se puede llegar a apreciar un día despejado.

El aeropuerto de Ciampino es el más pequeño y antiguo de los dos aeropuertos de la ciudad de Roma. El 7 de mayo del 2006, en un hangar reservado, muy discreto, aterrizó un avión que transportaba a agentes de la NSA. Sin identidad, casi inexistentes, los viajeros se dirigieron de inmediato a la embajada de EEUU en la Via Veneto.

En los años 60, Federico Fellini centró su famosa cinta “La Dolce Vita” en esa avenida… Los agentes de la NSA no podrían descubrir sus encantos durante la misión. Sometidos a un estricto aislamiento les estaba prohibido el contacto con cualquier persona ajena al grupo: ni siquiera con el personal de la Embajada.

Dos días más tarde, el 9 de mayo, los agentes se disponen a hacer vuelos de prueba: dos aviones espías permanecieron durante 24 horas monitoreando toda la ciudad por una orden emitida nada más y nada menos que por el Presidente de Estados Unidos: George W. Bush. El objetivo era no perder ni un minuto de la visita que Hugo Chávez realizaría a la ciudad.

Contaban con un aparataje sofisticado y de última generación que les permitía intervenir varios kilómetros a la redonda. Y lo hicieron.

Los agentes de la NSA lograron controlar todas las frecuencias de radio y la red internet mediante la entrada en los nodos de las redes de comunicación que dan acceso a las comunicaciones de cientos de miles de personas sin tener que piratear cada uno de los ordenadores y teléfonos.

10 de mayo de 2006, llega a Roma el presidente venezolano, Hugo Chávez. Al siguiente día tenía previsto reunirse con el Papa Benedicto XVI. También en la agenda se contemplaba la visita y entrevista privada con el presidente de la Cámara, Fausto Bertinotti.

En el Lobby del Hotel, una venezolana del equipo del Presidente conseguía que la sonrisa le habitara el rostro. Posando junto a Chávez, conseguía una foto personal con aquel que más que un “jefe” ES un líder, un ejemplo, el molde que determina lo que queremos ser. Ella lo abraza y le dice cuánto le ama. Cosas de la vida y sus contrastes de dulce y amargo: estaban a pocos metros de la Embajada gringa.

Durante toda su estancia en Italia, Hugo Chávez fue acechado electrónicamente a través del bombardeo por radio y las capacidades de escucha a gran distancia.

Con el uso de satélites y aviones espías, la NSA escuchó TODAS las conversaciones de Chávez, incluso las que se llevaron a cabo en lugares privados y cerrados. No hubo que instalar ni un micrófono en toda la ciudad: todo circuló vía satélite.

En el tablero de ajedrez todo estaba previsto: era probable que en algún momento la señal de radio sufriera alguna interferencia, ya sea por condiciones de transmisión o por algún traslado del presidente. En ese caso, la NSA estaba en la capacidad de “barrer” el espectro, tumbando por pocos segundos todas las señales de Roma, para poder detectar la de su interés. La “caída” de las ondas de radio en la ciudad no sería perceptible, y en el caso que llegara a prolongarse, lo haría por un tiempo tan breve que se interpretaría por los afectados como una falla corriente.

La operación fue apenas un ensayo: lo aprendido lo aplicarían a propios y extraños reunidos en la Cumbre del G-20.

LC

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