Analicemos los atentados políticos contra los gobiernos democráticos desde sus Asambleas y/o Congresos.
Así como el capitalismo y el imperialismo mutan en sus formas de dominación y expansión, de la misma manera se amoldan a nuevos modos para el derrocamiento de los gobiernos constituidos que no respondan a sus intereses políticos, militares, económicos, energéticos y sociales, entre tantos.
En la historia contemporánea reciente, tenemos casos muy particulares como las convenientementes llamadas “revoluciones de colores” en el continente europeo, que terminaron siendo golpes suaves y continuados a la democracia de los países en los cuales se aplicaron.
Tales hechos, como los ocurridos en Odessa, Ucrania, en 2014, dieron como resultado el asalto al parlamento de esta región ucraniana, que terminó desencadenando y apoyando las acciones separatistas en la pequeña nación europea.
Sin embargo, al no contar con el apoyo de la ciudadanía, el “stablishment” se vale del manto de la «legalidad» para llevar a cabo los atentados más arteros contra los hilos democráticos, con políticas dirigidas y fraguadas a lo interno desde los mismos Congresos y Asambleas Nacionales, dependiendo de los sistemas de gobierno imperantes.
Para Latinoamérica, este tipo intervenciones injerencistas no son en lo absoluto inéditas y, prácticamente, no existe algún país del hemisferio suramericano ni caribeño que de una u otra forma no haya sido víctima del poderío y la garra imperial.
Uno de los antecedentes más evidentes ante esta clase de afrentas a la gobernabilidad establecida y democráticamente obtenida en el continente Nuestroamericano lo encontramos en Chile para el año 1973, cuando, luego de una sistemática serie de conspiraciones para hacerse con el poder, el Congreso de este país preparó el escenario político para el posterior Golpe militar contra presidente Salvador Allende, que luego coronaría una de las más cruentas dictaduras, encabezada por el nefasto General Augusto Pinochet.
Muchos han sido los globos de ensayo para este lado del mundo, algunos con éxito y otros un tanto infructuosos. Tal como lo que ocurrió en nuestro país en 2002, cuando el presidente de la Asamblea Nacional (AN) para aquel entonces, Luis Miquilena, se valió de sus artimañas políticas e intentó dividir a la fracción del bloque parlamentario revolucionario, en aras de crear las condiciones para que los Estados Unidos usara a esta misma AN con el fin de legitimar el Golpe de Estado del 11 de abril contra el gobierno democráticamente electo del presidente Hugo Chávez.
Larga es la lista con este formato de incursiones en los asuntos de las naciones soberanas, pero acá presentamos un breve recuento cronológico de lo acontecido en este lado del planeta.
Para el año 2009 fuimos testigos de cómo en Honduras fue depuesto el presidente Manuel Zelaya, cuando el Congreso de su país acusó al dignatario de «traición a la patria» por el hecho de haberse adherido al ALBA (Alianza Bolivariana de Las Américas) y tomarse «el atrevimiento» de promover una consulta popular para una Constituyente, por lo cual fue derrocado y secuestrado bajo la mirada cómplice de los organismos internacionales como la OEA (Organización de Estados Americanos), por ejemplo, y se instauró de facto el dictador Roberto Michelleti.
Mención aparte merecen los golpes asestados en 2012 a Paraguay, con la destitución, sin el debido proceso, al presidente Fernando Lugo por parte del Congreso de este país.
Así como entre 2015 y 2016, en Brasil, diputados acusados de corrupción rompen su alianza con el gobierno y promueven un juicio político en contra de la presidenta electa por la mayoría del pueblo, Dilma Rousseff, que devino en la salida de la mandataria y la entrada en escena del impresentable Michel Temer.
Lo destacable de los casos anteriores es que en esas irrupciones se contó con la participación activa de EE.UU. por intermedio de la funcionaria Lilian Ayalde, quien fungió como enlace entre la embajada norteamericana y la USAID (Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, adscrita a la CIA), según documentos confidenciales revelados por WikiLeaks en su momento.
Ahora cabe la pregunta, en estos tiempos en los cuales la Asamblea Nacional en Venezuela se encuentra en pleno desacato y entró en conflicto con el resto de los poderes consagrados en la Constitución de la República Bolivariana:¿Se estará configurando un nuevo Golpe Parlamentario en Venezuela para este 2017?
Para respoder esta pregunta es esencial conocer, en detalle, la Constitución de la República Bolivariana y revisar los aspectos jurídicos establecidos; allí encontraremos una conclusión: no existe «el Impeachment» en la Patria de Bolívar.
LM
